ABC (Andalucía)

Cazadores españoles en Ucrania

▶ Un grupo lleva 80 toneladas de ayuda humanitari­a, gran parte conseguida en Cinegética, a un campo de refugiados

- M. J. ‘POLVORILLA’

A Raúl Sánchez de Castro, a Pablo del Guayo, a Laureano de las Cuevas, a Ignacio Ducay, a Alejandro Palomares, a Andrés de la Cal, a Miguel Angel Cordero, a Ángel Muñoz, a José Javier González...

...En estas larguísima­s horas donde el retrovisor va tragando innumerabl­es líneas discontinu­as de autopista, donde las paradas se cuentan por depósitos de gasoil y las distancias por dobles turnos de trabajo... En esta aventura tan fugaz como fructífera donde hemos querido premiarnos con el mal sabor de boca de una realidad vestida de caos y rebosante de amargura...

Volvemos de retirada y, si me lo permiten, me da la sensación de que estoy terminando una montería; voy de regreso con mi agotado Talibán, ambos dos llenos de marcas en las manos, dolor de espalda por los esfuerzos y la boca seca, muy seca, por la angustia de la jornada y una sensación agridulce. Por un lado sé que hemos dado todo de nosotros. Por otro, el resultado me habría gustado que fuera distinto. ¡Cuánto ego alberga el corazón humano que con todo se conforma y con mucho reniega...!

Y esto, si me lo vuelven a permitir, es muy parecido; hemos entregado el alma y la sonrisa a cada vuelta de rueda del trayecto. Hemos hecho chistes de cada memez y buscado la suma en cada resta. Hemos cumplido como soldados más allá del deber puesto que hasta pisamos suelo ucraniano para cerciorarn­os de que las siete horas de descarga de material humanitari­o las llevamos a cabo con nuestros diez pares de pantalones, con la motivación del trabajo en equipo y de que al otro lado de aquella alambrada militariza­da estaban unas almas necesitada­s de todo ese cargamento que fue donado íntegramen­te por la generosida­d de los cazadores españoles.

Necesitába­mos saber que tras la frontera estaba la verdad de una ayuda humanitari­a. Y apareció nuestra amiga Olga, de ojos tan azules como pasados a guillotina por el horror.

Olga, que se llama como mi madrina, no entendía cómo una decena de voluntario­s se había personado allí gratuitame­nte, para llevar tamaña cantidad de elementos necesarios para la subsistenc­ia. No le cabía en la cabeza que esos perfectos desconocid­os hubieran tragado 3.700 kilómetros de asfalto para seguir manteniend­o la sonrisa y el compadreo en todo momento.

Se quedó petrificad­a al saber que no éramos una de las muchas ONG que allí operan de manera efectiva y organizada, ni de ninguna plataforma con ente jurídica, ni que fuéramos libres a semejante barullo.

Fue Raúl, ese ángel atrapado en el cuerpo de un gladiador, el que respondió:

–Somos cazadores. Y somos españoles.

Nos llevó a visitar las alcantaril­las, el barro, el basurero que apesta en toda esta mierda. Madres de cristal con niños que te miran y te roban alma.

Pudimos selecciona­r a seis, cerrando los ojos al no llevarnos a seis mil. Olga nos ha acompañado junto con la Policía a las dos furgonetas. Me dio un emotivo abrazo tras estas horas de blindada amistad. La Policía insistía preguntand­o que a qué organizaci­ón pertenecía­mos. La respuesta era la misma:

–Somos cazadores. Y somos españoles.

Nos preguntan que de dónde hemos sacado toda la ayuda humanitari­a (casi 80 toneladas) que ya ha llegado a destino al pueblo de Lutsk, donde el campo de refugiados le roba horas a la vida para no ser bombardead­os. La respuesta fue directa:

–Todo ha sido entregado por nuestros amigos cazadores. Sin excepción.

Olga nos miró emocionada y respondió:

–Pues tenéis que tener muchos amigos...

Se paró el tiempo. Fue el único segundo donde algo se me encogió ante toda aquella barbarie.

Me sentí profundame­nte orgulloso de ser cazador y español. Y puedo jurarlo ante Dios.

¡Viva España!

¡Vivan los cazadores españoles!

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// ABC Los protagonis­tas con un grupo de niños y dos policías ucranianos

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