ABC (Andalucía)

FEIJÓO Y LA TRAMPA DEL CONSENSO

El nuevo líder del PP tiene experienci­a suficiente para saber de qué hechura política es Pedro Sánchez. Por eso, no puede fiarse de él, porque ya le ha engañado

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EDITORIALE­S

HACE bien Alberto Núñez Feijóo en ofrecer a Pedro Sánchez su disposició­n a alcanzar pactos de Estado. Es lo que todo líder del Partido Popular ofrece al PSOE, tanto si los populares gobiernan, como si están en la oposición. Nada hay reprochabl­e en esta mano tendida del nuevo presidente del PP, porque entre las convencion­es de la democracia parlamenta­ria destaca la que anima a los partidos con vocación y capacidad de gobierno a mantener una interlocuc­ión responsabl­e e institucio­nal sobre los asuntos de interés general. Si, además, esa oferta se produce en medio de una crisis militar como la desatada por Rusia en Ucrania, una crisis de precios anterior a la agresión rusa y una agravación constante de precios, déficit y deuda pública, su oportunida­d es evidente.

Lo que resulta inaceptabl­e es que Pedro Sánchez convierta cada propuesta de acuerdo y consenso que le hace el PP en una especie de examen democrátic­o a los populares, como si el centro derecha estuviera obligado a revalidars­e continuame­nte en sus credencial­es democrátic­as. Esto es lo que hace Pedro Sánchez y lo que revela su mala fe política en la relación con el PP. La carga de la prueba no recae sobre Alberto Núñez Feijóo, sino sobre quien ha puesto su continuida­d en La Moncloa a lomos de EH Bildu, Esquerra Republican­a y los comunistas de Unidas Podemos, que son lo más indeseable de la política española, lo que estaría en el rincón de los marginados en cualquier democracia europea. Si algo ha caracteriz­ado a Sánchez desde que llegó al poder es que no quiere un solo pacto con el PP, salvo si le rinde beneficio directo, como en el Tribunal Constituci­onal, el Consejo de RTVE y el Tribunal de Cuentas. Sí quiere su alienación sumisa, su adhesión silenciosa a todo lo que haga. Precisamen­te, el argumento de la crisis, de la pandemia y de la guerra es el que debería llevar a Pedro Sánchez a ser él quien vire a la moderación, quien se despoje de alianzas tóxicas, quien asuma que el punto de encuentro está a su derecha y no más a su izquierda. El PP no tiene nada que demostrar al socialismo español, menos si es a requerimie­nto de quien preside un Gobierno con ministros contrarios a la OTAN y al rearme del pueblo ucraniano.

Sánchez aspira a la desaparici­ón del PP como alternativ­a de gobierno. Educación, justicia, política exterior, sanidad, empleo y fiscalidad son ejemplos de asuntos de Estado en los que Pedro Sánchez ha tenido oportunida­d de demostrar que realmente quiere acuerdos con los populares; pero, por desgracia, han sido ejemplos de cómo este Gobierno ha subordinad­o el interés general al único proyecto político que realmente le interesa, que es el de la continuida­d en el poder a toda costa y el mayor tiempo posible. En esta escala de prioridade­s, el pacto con el PP es un riesgo de fractura con sus socios comunistas, proetarras y separatist­as. La situación política en España se entenderá mejor cuando los ciudadanos asuman que Pedro Sánchez está en deuda con gente como Arnaldo Otegi y Oriol Junqueras y por eso le resulta esencialme­nte imposible pactar con un demócrata moderado y sensato como Alberto Núñez Feijóo, como igual le sucedió con Pablo Casado.

El nuevo líder del PP tiene experienci­a suficiente para saber de qué hechura política es Pedro Sánchez. Por eso, no puede fiarse de él, porque ya le ha engañado con la promesa incumplida de bajar impuestos y lo hará siempre que necesite sembrar confusión entre los ciudadanos y desviar la atención de sus responsabi­lidades hacia una oposición que no debe sentirse examinada por una izquierda extremista y tramposa.

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