Matar a la oposición (II)
Un día ha tardado el PSOE en poner a parir a Feijóo. ¿Serán los nervios?
El principal partido de la oposición elige a su nuevo líder y el PSOE saca a su pitbull de temporada a ponerlo a parir... ¡el primer día! Que si la corrupción, que si la ultraderecha, que si la abuela fuma. Como últimamente, la posición oficial del PSOE la defiende Felipe Sicilia, y lo hace sin ruborizarse.
Una de las mayores directrices del Gobierno de Sánchez es no dar ni agua a la oposición. En su discurso de investidura dedicó la mayoría del tiempo a atacar al Partido Popular, mucho más que a presentar su programa de gobierno. En la sesión de control en el Congreso y en el Senado Sánchez nunca responde a las preguntas que se le plantean, sino que se dedica a atacar al diputado que se la formula, salvo que sea de Bildu, ERC o Unidas Podemos, momentos en los que irrumpe ese cínico talante amabilísimo: a pesar de que con unos no pactaría nunca, que apoyó el 155 y que con los últimos en La Moncloa no podría dormir. Sirva el paralelismo: es la misma filosofía que utilizó Bush tras el 11-S, pero en política local: la mejor forma de que no vuelva a haber un ataque en suelo propio es que la guerra se dispute en suelo ajeno, en «desiertos remotos y montañas lejanas», que diría Aznar. Es decir: desde que Sánchez es presidente dedica más tiempo a atacar a la oposición que a dar explicaciones. Pura estrategia, escasamente democrática, pero tremendamente efectiva: cuanto más se hable del PP menos se hablará del Gobierno. También es cierto que el vodevil Casado/Ayuso era ponérselo a huevo.
Ser el pitbull del momento exige gran sectarismo, porque tienes que defender todo lo que haga tu Gobierno sin que se te note en la cara. Para eso hay que valer, y Sicilia lo hace muy bien, como si pareciera un accidente. Y Feijóo, que hasta antes de ayer era el líder de la derecha moderada que utilizaba el PSOE para espetar a Casado que otro PP es posible, es hoy, según cacarean en Ferraz, el hombre de la ultraderecha y la corrupción (de Ayuso). Y oiga, que quieren que les diga, que yo no digo ni que sí ni que no, pero al recién llegado primero se le saluda y, cuando actúa, se le zurra sin piedad. Es cuestión de formas y de buena educación. Cada cosa a su tiempo. ¿Serán los nervios?