Jueces en Berlín
En España, aunque le repugne a Mònica y a los de su ideología, todavía quedan jueces
ERAN almas purísimas destinadas a salvar nuestros pecados, espíritus inocentes que lavarían la mugrienta corrala, seres de luz que buscaban higiene galáctica. Ellos y solo ellos colocaron el listón que certificaba la honradez y pobre del que se atreviese a contradecirles pues entonces sufriría escarnio y, peor todavía, masacre vía redes sociales. Pero cuando se trata de aplicar idéntico baremo ante sus actos, la cosa cambia y se irritan. Detectan persecuciones malignas desde la ultraderecha, celadas traidoras de gentuza que pretende apartarles de su sacrosanto cargo.
Mònica Oltra, acorralada por el siniestro y rijoso asunto protagonizado por el que entonces era su marido, el abusador, se defiende como gato panza arriba y acaba de soltar una sentencia que colma nuestro asombro. Qué tía. Menudo valor. «La decencia y la línea ética no la marcan los tribunales», ha dicho. ¿No? ¿Y quién la marca? Supongo que ella prefiere que la decencia esté en las manos de una turbachusma amante de la ley de Lynch o de aquel peculiar juez Roy Bean (un cafre al oeste del Pecos). O que sólo puedan juzgar al prójimo los que mantienen sincronía total con su pensamiento sectario de izquierdas. O que sólo puedan gestionar los asuntos legales los tribunales populacheros de las dictaduras bananeras de corrupción probada y atroz putrefacción moral. Los jueces sólo le sirven a Mònica cuando persiguen y entrullan a los adversarios. Con esta mentalidad tan indigesta escaso progreso encontramos entre los que defienden el lado progresista de la vida. Quizá Mònica no conoce la historia del Rey Federico II de Prusia y ese honrado molinero empeñado en no venderle su molino. Federico pagaba con generosidad el molino, se encalabrinó y amenazó con expropiarlo, pero el molinero le enseñó una orden judicial que preservaba su propiedad. El Rey, lejos de abusar de su poder, exclamó satisfecho ese célebre «todavía quedan jueces en Berlín…». En España, aunque le repugne a Mònica y a los de su ideología, todavía quedan jueces.