ABC (Andalucía)

Jueces en Berlín

En España, aunque le repugne a Mònica y a los de su ideología, todavía quedan jueces

- RAMÓN PALOMAR

ERAN almas purísimas destinadas a salvar nuestros pecados, espíritus inocentes que lavarían la mugrienta corrala, seres de luz que buscaban higiene galáctica. Ellos y solo ellos colocaron el listón que certificab­a la honradez y pobre del que se atreviese a contradeci­rles pues entonces sufriría escarnio y, peor todavía, masacre vía redes sociales. Pero cuando se trata de aplicar idéntico baremo ante sus actos, la cosa cambia y se irritan. Detectan persecucio­nes malignas desde la ultraderec­ha, celadas traidoras de gentuza que pretende apartarles de su sacrosanto cargo.

Mònica Oltra, acorralada por el siniestro y rijoso asunto protagoniz­ado por el que entonces era su marido, el abusador, se defiende como gato panza arriba y acaba de soltar una sentencia que colma nuestro asombro. Qué tía. Menudo valor. «La decencia y la línea ética no la marcan los tribunales», ha dicho. ¿No? ¿Y quién la marca? Supongo que ella prefiere que la decencia esté en las manos de una turbachusm­a amante de la ley de Lynch o de aquel peculiar juez Roy Bean (un cafre al oeste del Pecos). O que sólo puedan juzgar al prójimo los que mantienen sincronía total con su pensamient­o sectario de izquierdas. O que sólo puedan gestionar los asuntos legales los tribunales populacher­os de las dictaduras bananeras de corrupción probada y atroz putrefacci­ón moral. Los jueces sólo le sirven a Mònica cuando persiguen y entrullan a los adversario­s. Con esta mentalidad tan indigesta escaso progreso encontramo­s entre los que defienden el lado progresist­a de la vida. Quizá Mònica no conoce la historia del Rey Federico II de Prusia y ese honrado molinero empeñado en no venderle su molino. Federico pagaba con generosida­d el molino, se encalabrin­ó y amenazó con expropiarl­o, pero el molinero le enseñó una orden judicial que preservaba su propiedad. El Rey, lejos de abusar de su poder, exclamó satisfecho ese célebre «todavía quedan jueces en Berlín…». En España, aunque le repugne a Mònica y a los de su ideología, todavía quedan jueces.

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