ABC (Andalucía)

El dudoso arte de jugar a no jugar

- JOSÉ MIGUÉLEZ

El ruido del Etihad lo armó el Atlético, que desplegó de forma conmovedor­a lo más selecto de su repertorio. La cita era en campo inglés, pero se escuchó más en Mánchester a los de la camiseta rojiblanca. Una victoria indiscutib­le, quizás inesperada, de la bancada visitante, la que buscaba protagonis­mo... En la grada, claro. Porque lo del césped fue otra cosa. Ahí abajo, si se trataba de fútbol, nunca lo pareció. Y no estaba claro quién triunfaba, si el que tenía el balón o el que lo despreciab­a.

Un equipo que jugaba a no jugar y otro que jugaba a hacerlo, pero no sabía cómo. ¿No querían choque de estilos?, pues toma dos tazas. Simeone, como desafiando a los ingleses que le afeaban por su fútbol rácano, fue más lejos que nunca y apoyó sobre el área dos líneas de cinco futbolista­s. Hasta Joao y Griezmann eran defensas. Su plan solo tenía una dirección, estar siempre colocado para cuando el balón lo tuviera el rival y devolverlo de cualquier manera, con un pelotazo frontal, directamen­te a la banda, o con una carrera individual que llevaba la fecha de caducidad escrita desde el arranque.

Y el caso es que la fórmula, aparenteme­nte suicida y decididame­nte sonrojante, aunque no le reportaba beneficios propios (no había cómo), sí causaba destrozos en el adversario. El abanderado del buen gusto no podía desplegar su bandera, no se encontraba ni por estética ni por efectivida­d. Movía el balón de lado a lado sin resultado, no se le ocurría una idea, no hacía daño. Guardiola agrandaba su hegemonía en el pase, pero a su equipo le faltaba velocidad, sorpresa e intención. La olla, ese recurso tantas veces repudiado, se convertía en arma.

El Atlético jugaba a lo que quería, a no jugar y que tampoco lo hiciera el rival, a que no hubiera partido; y el City no conseguía jugar a lo que creía saber y le gusta, a presionar y tocar para desarmar al enemigo. Pero insistía sin perder la paciencia. Y eso a menudo es suficiente. Es más fácil encontrars­e el gol cuando se ataca. Y viceversa.

Pero como se trata de un duelo a largo plazo es posible que el 1-0 le parezca a Simeone un castigo firmable, y que hasta ganó su propuesta. El triunfo de no morir de goleada. La eliminator­ia sigue abierta. El problema es que para remediar el pequeño contratiem­po va a tener que atacar. Y esa es otra historia.

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