El dudoso arte de jugar a no jugar
El ruido del Etihad lo armó el Atlético, que desplegó de forma conmovedora lo más selecto de su repertorio. La cita era en campo inglés, pero se escuchó más en Mánchester a los de la camiseta rojiblanca. Una victoria indiscutible, quizás inesperada, de la bancada visitante, la que buscaba protagonismo... En la grada, claro. Porque lo del césped fue otra cosa. Ahí abajo, si se trataba de fútbol, nunca lo pareció. Y no estaba claro quién triunfaba, si el que tenía el balón o el que lo despreciaba.
Un equipo que jugaba a no jugar y otro que jugaba a hacerlo, pero no sabía cómo. ¿No querían choque de estilos?, pues toma dos tazas. Simeone, como desafiando a los ingleses que le afeaban por su fútbol rácano, fue más lejos que nunca y apoyó sobre el área dos líneas de cinco futbolistas. Hasta Joao y Griezmann eran defensas. Su plan solo tenía una dirección, estar siempre colocado para cuando el balón lo tuviera el rival y devolverlo de cualquier manera, con un pelotazo frontal, directamente a la banda, o con una carrera individual que llevaba la fecha de caducidad escrita desde el arranque.
Y el caso es que la fórmula, aparentemente suicida y decididamente sonrojante, aunque no le reportaba beneficios propios (no había cómo), sí causaba destrozos en el adversario. El abanderado del buen gusto no podía desplegar su bandera, no se encontraba ni por estética ni por efectividad. Movía el balón de lado a lado sin resultado, no se le ocurría una idea, no hacía daño. Guardiola agrandaba su hegemonía en el pase, pero a su equipo le faltaba velocidad, sorpresa e intención. La olla, ese recurso tantas veces repudiado, se convertía en arma.
El Atlético jugaba a lo que quería, a no jugar y que tampoco lo hiciera el rival, a que no hubiera partido; y el City no conseguía jugar a lo que creía saber y le gusta, a presionar y tocar para desarmar al enemigo. Pero insistía sin perder la paciencia. Y eso a menudo es suficiente. Es más fácil encontrarse el gol cuando se ataca. Y viceversa.
Pero como se trata de un duelo a largo plazo es posible que el 1-0 le parezca a Simeone un castigo firmable, y que hasta ganó su propuesta. El triunfo de no morir de goleada. La eliminatoria sigue abierta. El problema es que para remediar el pequeño contratiempo va a tener que atacar. Y esa es otra historia.