Elon Musk se queda a las puertas de una selecta discoteca de Berlín
► Esta es la segunda vez que no le dejan entrar en Berghain, el mejor club techno del mundo. Se quejó en Twitter
Su proyecto de megafactoría de Tesla, una instalación que fabrica 10.000 coches eléctricos cada semana en las afueras de Berlín, ha llevado al multimillonario estadounidense
Elon Musk a afincarse en la capital alemana. A menudo se deja ver por los restaurantes en torno a la plaza Gerndar-menmarktplatz o navegando en los lagos de Brandemburgo, de modo que se ha ido introduciendo lentamente en la alta sociedad alemana, que al principio mostraba ciertos reparos debido a que varios de sus más destacados miembros, todos ellos relacionados con la industria automovilística alemana, percibían al foráneo como una amenaza.
Musk se mueve además en otros círculos, también selectos a su modo, como son los grandes templos de la música techno de Berlín, a los que vuelven a acudir ahora en peregrinación ‘ravers’ de todo el planeta después del cierre impuesto por la pandemia. Este pasado fin de semana, Musk tenía, por cierto, un buen motivo para celebrar. Estaba prácticamente cerrada la compra del 9,2% de Twitter y esperaba un subidón en bolsa de las acciones que en pocas horas le haría ganar mucho, pero mucho dinero, así que se marcó un recorrido por las grandes salas de fiesta y discotecas de la ciudad. Vestido de negro y con estilo informal, se pasó primero por Kitkat Club, luego estuvo en Sisyphus y, después de eso, tenía intención de visitar Berghain, un local que no solo es famoso por ser uno de los mejores clubes de techno del mundo, sino también por ser seguramente el de acceso más restringido. El caso es que, finalmente, no entró y publicó en Twitter su rechazo al letrero luminoso con el que saludaba la fachada de la discoteca. «¡Escribieron PAZ en la pared de Berghain! Rechacé la entrada», escribió ya en horas de domingo. Aparentemente, su sensibilidad hacia la resistencia ucraniana ante la invasión rusa se vio afectada por el mensaje pacifista, pero muchos en las redes no se lo han creído y son numerosos los mensajes de quienes sugieren que lo que ocurrió fue lo contrario, que los porteros de Berghain no dejaron entrar a Elon Musk. De ser ese el motivo, llovería sobre mojado.
Cuando el multimillonario quiso por primera vez conocer la mítica discoteca y no le fue permitida la entrada, bromeó con la posibilidad de construir su propio templo del techno en Grünheide, Brandemburgo, bajo las instalaciones de su megafactoría, e incluso la posible compra del local, cuyos dueños aclararon entonces que no estaba en venta.
Quizá pueda percibirse como una humillación el hecho de ser rechazado a la entrada de Berghain, pero se trata de una experiencia bastante común. El criterio de selección no es otro que si le gusta tu aspecto o no a los porteros, profusamente perforados, tatuados y revestidos de cuero que custodian la entrada. La mayor parte de las veces sacuden la cabeza, dicen «nein» entre dientes y te sacan de la cola con discrección y sin derecho alguno de apelación. «¡Bravo Elon! Ya eres un auténtico berlinés», le felicitaba un seguidor, «si no has sido nunca rechazado a la entrada de Berghain no puedes presumir de serlo!».
La lección que ha aprendido Musk es que, en la salvaje noche berlinesa, no importa cómo te llames ni cuánto dinero tengas, sino si eres lo suficientemente ‘cool’ como para formar parte de ella. Sobre las 11.10 horas de la mañana concluyó la disputa en Twitter con un críptico mensaje: «Berlin rocks». Y 20 minutos más tarde su avión Gulfstream despegó del aeropuerto de Berlín, según la empresa Space Jets, rumbo a firmar una operación por 3.000 millones de euros y con la que ganó otros 500 millones en solo las primeras 24 horas.