Macron en el alero
En estas semanas, no es solo Francia quien se juega su futuro, sino la civilización europea
Hasta que comenzó la invasión de Ucrania la reelección de Emmanuel Macron parecía asegurada. Los comicios iban seguir el guion de 2017: en la segunda vuelta el presidente centrista aglutinaría votos de distintas sensibilidades y derrotaría a la candidata de la ultraderecha. Es cierto que después de cinco años en el poder, Macron ya no representaba lo nuevo y su mensaje no podía ser rompedor. El balance del primer mandato tenía luces y sombras. No quedaba mucho del programa reformista y europeísta de aquel político descrito en sus inicios como un «meteoro» o «el Mozart del Elíseo». Por su parte, Marine Le Pen solo hablaba de economía y seguridad, en busca del voto de los trabajadores. El periodista Eric Zemmour, un candidato todavía más a la derecha, la ayudaba a aparentar moderación.
Con la guerra, Macron se ha equivocado representar el papel de un gran líder internacional, capaz de mediar entre Rusia y Ucrania, con el tic gaullista de no aceptar el liderazgo norteamericano de la coalición de democracias. Ha dado imagen de debilidad en sus conversaciones infructuosas con Vladimir Putin. Muchos de sus ciudadanos lo han visto además distante y alejado de sus preocupaciones diarias, empezando por el alto precio de la energía. Hoy algunas encuestas le dan una diferencia de solo tres puntos en la segunda vuelta frente a Le Pen, una ventaja que aún puede perder por la posible abstención de sus antiguos votantes. La acusación reciente de que Macron se ha gastado mil millones de euros en una conocida consultora que sabe de política lo justo debilita su imagen de buen gestor. Mientras tanto, Le Pen ha destruido sus sonrientes fotos con Putin, recorre las ciudades del país, ya no quiere que Francia salga de la UE y se retrata con refugiados ucranianos para lavar su imagen xenófoba. Hemos aprendido tras la victoria de Donald Trump y el triunfo del Brexit a no menospreciar el alcance de la ola populista. En estas semanas próximas, no es solo Francia quien se juega su futuro, sino el conjunto de la civilización europea, el oxígeno que respiramos.