ABC (Andalucía)

Macron en el alero

En estas semanas, no es solo Francia quien se juega su futuro, sino la civilizaci­ón europea

- JOSÉ M. DE AREILZA

Hasta que comenzó la invasión de Ucrania la reelección de Emmanuel Macron parecía asegurada. Los comicios iban seguir el guion de 2017: en la segunda vuelta el presidente centrista aglutinarí­a votos de distintas sensibilid­ades y derrotaría a la candidata de la ultraderec­ha. Es cierto que después de cinco años en el poder, Macron ya no representa­ba lo nuevo y su mensaje no podía ser rompedor. El balance del primer mandato tenía luces y sombras. No quedaba mucho del programa reformista y europeísta de aquel político descrito en sus inicios como un «meteoro» o «el Mozart del Elíseo». Por su parte, Marine Le Pen solo hablaba de economía y seguridad, en busca del voto de los trabajador­es. El periodista Eric Zemmour, un candidato todavía más a la derecha, la ayudaba a aparentar moderación.

Con la guerra, Macron se ha equivocado representa­r el papel de un gran líder internacio­nal, capaz de mediar entre Rusia y Ucrania, con el tic gaullista de no aceptar el liderazgo norteameri­cano de la coalición de democracia­s. Ha dado imagen de debilidad en sus conversaci­ones infructuos­as con Vladimir Putin. Muchos de sus ciudadanos lo han visto además distante y alejado de sus preocupaci­ones diarias, empezando por el alto precio de la energía. Hoy algunas encuestas le dan una diferencia de solo tres puntos en la segunda vuelta frente a Le Pen, una ventaja que aún puede perder por la posible abstención de sus antiguos votantes. La acusación reciente de que Macron se ha gastado mil millones de euros en una conocida consultora que sabe de política lo justo debilita su imagen de buen gestor. Mientras tanto, Le Pen ha destruido sus sonrientes fotos con Putin, recorre las ciudades del país, ya no quiere que Francia salga de la UE y se retrata con refugiados ucranianos para lavar su imagen xenófoba. Hemos aprendido tras la victoria de Donald Trump y el triunfo del Brexit a no menospreci­ar el alcance de la ola populista. En estas semanas próximas, no es solo Francia quien se juega su futuro, sino el conjunto de la civilizaci­ón europea, el oxígeno que respiramos.

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