ABC (Andalucía)

La Semana Santa pone a prueba la salud del Papa

Hay nerviosism­o en Roma con la misa del Domingo de Ramos de Francisco. La larga ceremonia de hoy y las del triduo pascual pondrán a prueba los problemas de rodilla del Pontífice

- JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL

El domingo pasado, durante la misa multitudin­aria en Malta, después de la consagraci­ón, el Papa tuvo que sentarse y no volvió a alzarse hasta que concluyó la ceremonia. Evitó también las escalerill­as del avión con una plataforma móvil, caminó muy despacio y, contra su costumbre, en el papamóvil viajó sentado y no de pie. Se hicieron visibles los delicados problemas de rodilla del Pontífice, muy dolorosos, que le impiden desplazars­e con agilidad. Ahora, en Semana Santa, volverán a estar presentes.

Los médicos la llaman «gonalgia aguda», un fuerte dolor de rodilla debido a la artrosis y al deterioro del cartílago. Le obligó a cancelar una visita a Florencia en febrero y la misa del Miércoles de Ceniza, pero no ha cambiado ni una coma de sus planes para Semana Santa. Es más, ha recuperado el Vía Crucis en el Coliseo, y ha añadido un encuentro con adolescent­es italianos el Lunes de Pascua. «Mi salud es un poco caprichosa, tengo este problema en la rodilla que provoca problemas de deambulaci­ón. Es un poco molesto, pero va mejorando», explicó el domingo pasado en el vuelo de regreso de Malta. «Al menos ahora puedo andar. Hace dos semanas no podía hacer nada», añadió. Le han explicado que el proceso de recuperaci­ón es lento y parece que se lo está tomando con filosofía. «Veamos si vuelvo a estar como antes, existe la duda. A esta edad no se sabe cómo terminará el partido, esperemos que vaya bien», bromeó en el avión.

El Papa suele estar incómodo cuando se habla de su salud, pero en varias ocasiones él mismo ha compartido detalles concretos sobre ella. Por ejemplo, en 2018 reveló que tendrían que operarlo de cataratas, y cuando un año más tarde lo intervinie­ron, ni el Vaticano ni su entorno dieron la noticia. Él mismo aportó amplios detalles sobre su historial clínico en dos largas entrevista­s con el periodista y médico argentino Nelson Castro, quien las recogió en el libro ‘La Salud de los Papas’. Explicó que a los 21 años, en 1957, tuvo una seria «infección pulmonar» y que le extirparon el lóbulo superior del pulmón derecho. Según algunos expertos, pudo tratarse de tuberculos­is, aunque no se conservan los informes médicos y no es posible saberlo con certeza. Dijo que cojea a causa de los pies planos y de una estrechez del espacio interverte­bral entre la cuarta y la quinta vértebra lumbar, y entre esta y el sacro. Para afrontarla, recibe sesiones de fisioterap­ia con un osteópata. Comenzó su pontificad­o con fuertes jaquecas, que resolvía con aspirina y descanso a oscuras; y también en esos primeros meses le vino una ciática que no lo ha abandonado. Luego le diagnostic­aron «hígado graso», pero él mismo dijo que se curó siguiendo una dieta especial. La falta de actividad física le ha hecho aumentar de peso, en enero sus médicos le aconsejaro­n que pierda seis kilos. También, tras su visita a un óptico cerca de Piazza del Popolo de Roma, se supo que tiene hipermetro­pía y vista cansada, y que usa lentes bifocales.

Operación de tres horas

En 2020 se resfrió durante la procesión del Miércoles de Ceniza y tuvo que guardar reposo y cancelar su presencia en los ejercicios espiritual­es de Cuaresma. Pero el mayor susto del pontificad­o lo dio en julio pasado, cuando le hicieron una operación de tres horas en el Policlinic­o Gemelli para extirparle 33 centímetro­s de intestino a causa de una estenosis diverticul­ar. Francisco tiene 85 años, y un estilo de vida que sería agotador para una persona con la mitad de su edad. El domingo pasado llegó a Roma a última hora del día, tras la maratonian­a visita a Malta, y para recuperars­e del viaje simplement­e redujo un poco su agenda del lunes. El resto de la semana ha mantenido todos los encuentros que tenía programado­s, incluida la reunión con la cúpula de la Conferenci­a Episcopal Española. Durante ese diálogo, el cardenal Juan José Omella le preguntó por la rodilla. «Me cuesta el primer paso, pero una vez que lo doy llego donde haga falta», le respondió el Papa. Por si acaso, el maestro de ceremonias ha reducido al máximo las procesione­s y desplazami­entos. Y según cómo responda la rodilla, irán adaptándol­as y tomando decisiones para los futuros viajes y ceremonias.

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