Arreglos en la ‘suite’ de Irving en la Alhambra
El Patronato del monumento nazarí restaurará los deteriorados murales de las Salas de las Frutas, donde se alojó el escritor que dio relevancia internacional a las estancias
La historia de la Alhambra tiene tantos episodios como uno quiera conocer. Tantos que en ocasiones parece infinita. En la historia moderna, si hay uno de ellos que destaca sobre todos los demás es la presencia del escritor norteamericano Washington Irving y las consecuencias que esta tuvo para la resurrección de su relevancia internacional y la seducción que aún a día de hoy ejerce sobre quienes la conocen.
La publicación de sus ‘Cuentos de la Alhambra’ en 1832 significó un antes y un después para la fortaleza nazarí y para Granada. La plasmación por escrito de las historias que el autor romántico escuchó en su segundo viaje a tierras granadinas acabó por ser, en su poética de fascinación por el legado árabe, la mezcla entre la fantasía y su espíritu onírico, una forma de atracción absoluta para nuevos visitantes.
Dicen los historiadores que los nuevos turistas que comenzaron a aparecer por la ciudad a mediados del siglo XIX –fueran americanos, ingleses, franceses o alemanes– tenían su libro en la mano.
La historia de ese segunda etapa de Irving en Granada se desarrolla, eso sí, en un lugar muy concreto. De primeras, fue en la propia Alhambra, pero en el palacio de Carlos V. Junto a su amigo el príncipe de Dolgorouki, embajador ruso en España en aquella época y conocido por ser quien creó el libro de firmas de la Alhambra con el fin de acabar con los graffitis, una costumbre, como se puede apreciar, atemporal.
A las pocas semanas, curioso como todo buen romántico, encontró unas habitaciones cerradas a cal y canto que abrió forzando la puerta. Se trataba de las llamadas Salas de las Frutas, unas estancias que Carlos V mandó construir en torno a los palacios musulmanes tras su célebre visita a Granada en 1526, en su luna de miel. No deja de resultar paradójico que las habitaciones que fueron pensadas para la estancia de un emperador sucesor de los Reyes Católicos quedaran, a partir del momento en que Irving entró en ellas, grabadas en la historia con el nombre de un escritor norteamericano como su residente más célebre. La fascinación de Irving, evidentemente, estaba justificada. Julio Aquiles y Alejandro Mayner, artistas renacentistas y cercanos a Rafael, fueron los encargados de pintar las paredes de estas estancias. Los murales que quedaron desde el año 1537 engalanando las dos salas, constituyen uno de los programas iconográficos más destacados del Renacimiento español.
La pintura, eso sí, se había empezado a perder casi por completo, ya que fue cubierta con yeso en repetidas ocasiones desde el siglo XVIII. Ese aire de decadencia probablemente satisfizo aún más al propio Irving, que con no poca razón, apuntó: «Jamás he gozado de una residencia más deliciosa. Estoy tan enamorado de mi apartamento que me cuesta trabajo salir de él para dar mis paseos». Además de las Salas de las Frutas, se cuenta que este desayunaba o almorzaba en el Patio de los Leones y el Salón de los Embajadores. Casi nada.
Rehabilitación
La relevancia de estas estancias, con todo, tuvo finalmente una significación doble. Por un lado, existía como legado imperial y al mismo tiempo, como fetiche del lugar de creación de la obra más celebrada del autor romántico a lo largo de sus tres meses en la Alhambra. Tanto fue así que, recién fundado el Patronato del monumento, este colocó una placa con su nombre y la señalización de la fecha en que se hospedó.
En esta última semana, de nuevo el Patronato ha elegido precisamente estas salas, en el contexto de su programación anual de actuaciones, para sacar a licitación la restauración de las pinturas murales, cada vez más deterioradas por el paso del tiempo. Más de 140.000 euros que se emplearán para seguir revitalizando una de las zonas todavía más misteriosas del complejo monumental y cuyas puertas, a menos que algún Irving contemporáneo lo arregle, están habitualmente cerradas por motivos de conservación.