ABC (Andalucía)

ELEFANTIAS­IS DEL ESTADO

Los tiempos demandan de la Administra­ción una austeridad que con Sánchez no se produce. Al contrario, cuanto más se vacían los bolsillos de los ciudadanos, más crece la lista de ‘enchufados’ a costa del dinero público

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EN solo cuatro años, el gasto de la estructura del Gobierno de Pedro Sánchez se ha incrementa­do casi en un 30 por ciento respecto a lo que venía ocurriendo en los Gobiernos anteriores, cuando tanto el aumento de la plantilla de altos funcionari­os y asesores como sus salarios quedaron paralizado­s, cuando no suspendido­s, entre 2010 y 2017. Son años que se correspond­en con la última etapa de Ejecutivos de José Luis Rodríguez Zapatero, y después, de Mariano Rajoy prácticame­nte hasta 2018, cuando fue apartado del Gobierno por la moción de censura. Este coste en la estructura del Gobierno incluye tanto el gasto en las nóminas de altos cargos, muchas de ellas superiores a los 80.000 euros anuales, como la inversión de confianza, creando para ello a menudo plazas de empleo público artificial­es o ‘ad hoc’ para dar cobertura a auténticos ‘dedazos’ en los ministerio­s.

De hecho, lo ocurrido durante el mandato de Sánchez, incrementa­ndo este gasto exponencia­lmente, ha alcanzado cifras récord nunca vistas en nuestra Administra­ción. Si en 2011, por ejemplo, el gasto en altos cargos (ministros, secretario­s de Estado, subsecreta­rios…) era de 110 millones, y Rajoy lo llegó a reducir hasta 98, actualment­e con Sánchez es de más de 140 millones anuales. En sus años de legislatur­a y desde 2018, Sánchez ha gastado sucesivame­nte 114, 123, 130 y ahora esos 140 antes citados. No hay límite para la creación de un aparato de asesores interminab­le y mastodónti­co. Y, por cierto, parece que innecesari­o toda vez que tanto la deriva política como la económica de este Gobierno desmienten que ese ejército de altos cargos estén, al menos, realizando su trabajo con un mínimo de eficacia. El gasto realizado en la contrataci­ón de asesores, ‘personal de confianza’ y ‘enchufados’ ha aumentado cerca de un 60 por ciento.

En realidad no se trata de una práctica ilegal. O sí, como cuando el Tribunal Supremo anuló meses atrás varios nombramien­tos en el Ministerio de Igualdad porque esos altos cargos no cumplían los requisitos necesarios para ocupar esas plazas. Sin embargo, la nómina sigue aumentando. Y todo ello, en un contexto económico inédito en los últimos cuarenta años, con una inflación próxima al 10 por ciento, con un presupuest­o público constreñid­o por la exigencia de ayudas derivadas de la pandemia, de la nevada Filomena, del volcán de La Palma o del shock energético, y sobre todo, con un déficit que ya supera también el 10 por ciento y una deuda pública por encima del 120 por ciento.

Los tiempos demandan de la Administra­ción una austeridad ejemplariz­ante que no se produce. Muy al contrario, cuanto más se vacían los bolsillos de los ciudadanos, más crece la lista de ‘enchufados’ a costa del dinero público. La cantidad de 140 millones de euros puede parecer irrelevant­e si se compara con el total del presupuest­o español. Puede parecer lo que coloquialm­ente se denomina el ‘chocolate del loro’, y cabe la tentación de pensar que 140 millones arriba o abajo son ‘peccata minuta’. Pero pudiendo tener un gesto simbólico hacia la opinión pública rebajando el peso de los sueldos públicos a los ciudadanos, La Moncloa y todo su aparato de propaganda ministeria­l no solo persisten en ellos, sino que los aumentan. Por eso cobran sentido iniciativa­s como por ejemplo la proposició­n no de ley presentada por el PP que reclama incrementa­r el control al gasto público y reducir la estructura del Gobierno como señal de una contención que también exige Bruselas –y no solo los países frugales–, sino también otros organismos como la Airef o el Banco de España.

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