De liberales, conservadores y prostitución
Reconocer el sexo como una ‘res extra commercium’ es una cuestión a la que la derecha no debería llegar tarde
GOBERNAR es algo más que administrar. Por eso, además de cuadrar presupuestos y modelar datos en Excel, la derecha y la política para adultos tendrán que afrontar con audacia algunos de los desafíos morales hacia los que se encamina nuestra democracia. La abolición de la prostitución es uno de ellos, y no menor, ya que su mera formulación parece redibujar algunos contornos ideológicos que hasta ahora parecían grabados en piedra.
El eje entre la izquierda y la derecha sigue explicando muchas cosas. Aunque no todas. Así, por ejemplo, dos partidos que se asemejan más de lo que querrían, como son Ciudadanos y Más País, fueron capaces de votar conjuntamente a favor de la legalización del cannabis. En el caso de la abolición de la prostitución no sería improbable encontrar una nueva comunicación entre bloques o, incluso, una redefinición interna de la dialéctica tradicional entre liberales y conservadores.
Es muy posible que la asunción de valores sustantivos, la defensa de la innegociable dignidad de la persona e, incluso, la confianza en la promoción de ciertos ideales de vida sirvan para alinear en este debate al pensamiento conservador con las vindicaciones feministas. El horizonte humanista que comparten ambas ideologías pude facilitar ese encaje.
Desde la óptica liberal esa contingente alianza puede parecer más compleja aunque, sin embargo, existen precedentes que la harían posible. Del mismo modo que no puedo vender un riñón por dinero, ni puedo decidir trabajar catorce horas al día aunque lo quiera, el libre e informado ejercicio de la voluntad encuentra algunos límites en el marco de nuestra comunidad moral.
Desconozco si en España existen excepciones privilegiadas en las que una mujer pueda prostituirse libremente. De lo que sí tenemos constancia es de que, en demasiadas ocasiones, parte de nuestra población se encuentra arrojada a formas de sometimiento sexual por causa de la pobreza. Reconocer el sexo como una ‘res extra commercium’ es una cuestión a la que la derecha no debería llegar tarde. Por convicción moral, por compromiso democrático e incluso por patriotismo.