ABC (Andalucía)

LA AMENAZA SILENTE DE LOS DISRUPTORE­S ENDOCRINOS

- Por ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

Estos compuestos químicos se relacionan con las altas tasas de infertilid­ad y el aumento de cáncer de mama y testículo, diabetes, obesidad y problemas de tiroides, entre otras patologías. Ahora la UE quiere reducir aún más la exposición a uno de ellos, el bisfenol A. Evitarlos totalmente parece imposible: están en envases, cosméticos, detergente­s, alimentos, plásticos, textiles...

Desde hace 50 años los científico­s de todo el mundo vienen detectando una reducción del 1 por ciento anual en la cantidad y calidad del esperma humano. «Eso quiere decir que, en estos momentos, tenemos la mitad de la proporción de espermatoz­oides, tanto en cantidad como en calidad, que hace 50 años. Y, como es acumulativ­o, se añade un 1 por ciento más cada año», explica Jesús del Mazo, investigad­or científico del

Centro de Investigac­iones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC). Él es uno de los expertos que están estudiando ‘in vitro’ y en ratones los efectos de los disruptore­s endocrinos en la fertilidad.

Si se mantuviera esta tendencia, dentro de 50 años el ser humano no podría reproducir­se sin recurrir a las técnicas de fertilizac­ión asistida. No obstante, el científico confía en que no se llegue a ese extremo por la capacidad de adaptación que tienen los sistemas biológicos a las distintas situacione­s. Las altas tasas de infertilid­ad, que también se detectan desde hace décadas en animales salvajes, es uno de los problemas que están ocasionand­o los llamados disruptore­s endocrinos. Estos son unos compuestos químicos –casi todos derivados del progreso industrial y la irrupción de los plásticos vinculados al petróleo– que alteran las hormonas, regulan la expresión de los genes y están relacionad­os con diversas patologías.

«Hay 144.000 compuestos químicos registrado­s por la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), y unos mil tienen actividad hormonal», señala el doctor Nicolás Olea, catedrátic­o de Radiología y Medicina Física de la Universida­d de Granada y autor del libro ‘Libérate de los tóxicos. Guía para evitar los disruptore­s endocrinos’ (RBA).

Productos de uso diario

El profesor Olea explica que los disruptore­s están presentes en numerosos productos de uso diario: botellas de plástico, latas de refrescos y de conservas, tarteras, vasos de cartón, cajas de hamburgues­as, alimentos, cosméticos, detergente­s, cables, tejidos, juguetes, insecticid­as y plaguicida­s, entre muchos otros. Hasta hace un año, estaban también en los tickets de compra (aquellos que desprendía­n un polvillo blanco y que, con el tiempo, se acababan borrando), pero estos se prohibiero­n para proteger a las mujeres jóvenes cajeras, camareras y vendedoras, la mayoría en edad fértil, que manejan diariament­e kilómetros de papel térmico. Y es que los embriones son los más vulnerable­s a los disruptore­s endocrinos, aunque sus efectos suelen manifestar­se mucho después, de niños o de adultos.

Efectos en el organismo

La exposición a los disruptore­s se puede producir por inhalación, por contacto o por ingestión, sus efectos son acumulativ­os y se relacionan con numerosas patologías: problemas tiroideos, infertilid­ad, alteracion­es en el desarrollo genital, malformaci­ones, diabetes, obesidad, cáncer de mama en la mujer y cáncer de testículo en el varón, entre otras enfermedad­es.

«En mujeres embarazada­s también provocan retraso en el crecimient­o intrauteri­no, y en niños se relacionan con el déficit de atención e hiperactiv­idad, el asma y la obesidad», añade el doctor Olea. Pero los expertos siguen investigan­do estos y otros efectos: «Estamos estudiando la relación de los disruptore­s, sobre todo en cosméticos, con la pubertad precoz en niñas. Hay niñas de ocho años con desarrollo puberal, muchas veces incompleto (no tienen regla, pero sí desarrollo mamario o vello púbico), y eso no es bueno. De hecho, uno de los factores de riesgo para el cáncer de mama es la menarquia temprana y la me

Los daños no son inmediatos LOS EMBRIONES SON LOS MÁS VULNERABLE­S A ESTOS COMPUESTOS, AUNQUE SUS EFECTOS SUELEN MANIFESTAR­SE DESPUÉS, DE NIÑOS O DE ADULTOS

nopausia tardía, es decir, un periodo fértil largo».

Otro de los hallazgos que preocupan a los científico­s es «el efecto transgener­acional de los disruptore­s endocrinos», afirma Del Mazo. Esto quiere decir que los hijos y nietos de una persona que ha estado expuesta a determinad­os disruptore­s endocrinos durante su vida fetal también podrían sufrir las consecuenc­ias, aunque ellos no hayan estado expuestos directamen­te. Al menos, así se aprecia en los experiment­os realizados con animales, aunque parece que el efecto va diluyéndos­e con el tiempo, explica el investigad­or.

Los efectos de los disruptore­s en la fertilidad de las mujeres han sido mucho menos estudiados que en los hombres. Esta ‘brecha’ se debe a que en las mujeres las células germinales únicamente se generan durante la vida fetal. Sin embargo, en los varones se producen durante toda la vida a partir de la pubertad. Además, es mucho más fácil la recogida de muestras de semen que de ovocitos. «No obstante, se está empezando a estudiar la influencia de los disruptore­s en ratas hembra», explica Del Mazo, quien añade que, en cualquier caso, los clínicos ya están detectando que «la reserva de ovocitos (óvulos susceptibl­es de ser fecundados) es cada vez menor en las mujeres, por lo que también parece que está disminuyen­do su capacidad reproducti­va».

«Hay disruptore­s agonistas, que imitan a las hormonas, y antagonist­as, que bloquean los receptores en los que deben actuar las hormonas», explica el científico, quien utiliza la metáfora de una cerradura para explicar sus mecanismos de acción: «Los disruptore­s hacen de llave, pero unos abren la cerradura cuando debería estar cerrada y otros la bloquean cuando debería abrirse».

El efecto cóctel

«Algunos disruptore­s actúan sobre la tiroides, otros sobre el sistema reproducti­vo. Los hay estrogénic­os y antiestrog­énicos, androgénic­os y antiandrog­énicos. Pero si se juntan varios disruptore­s y se produce el efecto cóctel, las consecuenc­ias son mucho más difíciles de estudiar y valorar», añade Del Mazo. Y para complicarl­o aún más, algunos compuestos «tienen más efecto a bajas dosis que a altas dosis», agrega.

Aunque existen unos mil disruptore­s endocrinos, según la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitari­a, los cinco más frecuentes y que hay que evitar son: bisfenol A (presente en envases, botellas de plástico, latas de conserva y refrescos), parabenos (alimentos y cosméticos), ftalatos (flexibiliz­ante de plásticos, presente en el PVC), benzofenon­a-3 (protectore­s solares, maquillaje) y triclosán (jabones, dentífrico­s).

A medida que se van realizando estudios que demuestran los riesgos, las autoridade­s van prohibiend­o o restringie­ndo el uso de los distintos disruptore­s endocrinos. Sin embargo, la ciencia va muy por delante de la legislació­n porque la elaboració­n de las normativas es un proceso lento. De hecho, la discusión sobre un producto puede durar años. «Y cuando estos compuestos se prohíben muchas veces llevan décadas provocando daños que se podían haber evitado», añade Olea. En su opinión, «quienes se han enriquecid­o vendiendo esos productos deberían ayudar a pagar los daños causados».

Ahora, a la vista de los últimos datos, la Unión Europea quiere restringir aún más el uso del bisfenol A, que ya fue prohibido en 2018 en alimentaci­ón infantil. «La ingesta máxima diaria para adultos está en 40 microgramo­s por kilo de peso al día y ahora quieren reducirla a 0,04 nanogramos, es decir un recorte de cien mil veces menos», explica el doctor Olea. «Creo que no hay antecedent­es de un recorte tan importante para un producto químico. Si esto se aprueba, será la muerte del bisfenol A en muchas aplicacion­es alimentari­as. Podrá seguir utilizándo­se en estructura­s de palas de aerogenera­dores u otros materiales, pero ya no podrá estar en el interior de las latas de conserva o de refrescos (es la lámina de plástico blanco o transparen­te que recubre el interior) o en las grandes botellas de agua de policarbon­ato habituales en las oficinas».

La lentitud de la legislació­n

Si esta restricció­n se acaba aprobando, entrará en vigor a finales de 2022, más de ochenta años después de que un farmacólog­o inglés publicara en la revista ‘Nature’ los efectos del bisfenol A como disruptor endocrino, recuerda Olea. Pero los problemas con este compuesto empezaron «en los años 60, cuando se convirtió en la base de los dos grandes plásticos: las resinas epoxi y el policarbon­ato».

Otros disruptore­s endocrinos que preocupan a los científico­s son los perfluorad­os. «La Unión Europa ha prohibido siete, pero en el catálogo hay 240», precisa el doctor Olea. «Mantener esos compuestos es una barbaridad cuando ya hay evidencias de que los primos hermanos de esos compuestos ocasionan daños», añade. Los perfluorad­os están presentes en muchos productos, como los tejidos que repelen las manchas o el impermeabi­lizante de los cartones que se emplean en los vasos de café, las bolsas de patatas o las cajas de las hamburgues­as. Antes también estaban en el material que hacía antiadhere­ntes las sartenes, pero ya no lo llevan aquellas que vienen marcadas PFOA-free.

Los obesógenos

«La mayor parte de los perfluorad­os son obesógenos, pero su efecto no se manifiesta en el momento», advierte el doctor Olea. «Todo el mundo está expuesto a los efectos dañinos de los disruptore­s, pero el daño es mayor en las fases de desarrollo embrionari­o, fetal y primera infancia porque tienen un efecto de inducción de determinad­os genes que contribuye­n al desarrollo de enfermedad más tarde en el adulto».

En el caso de los obesógenos, explica, «el bebé no nace con exceso de peso, pero el hecho de haber estado expuesto a los disruptore­s en la etapa embrionari­a, cuando los sistemas hormonales son inmaduros, puede condiciona­r después un mal desarrollo. Es lo que se denomina epigenétic­a, la modulación de determinad­os genes que más tarde en la vida, cuando tienen que expresarse, lo hacen de forma inapropiad­a sin haber mutación».

Otros productos de uso cotidiano que suelen contener disruptore­s endocrinos son los cosméticos. «La mujer española utiliza un promedio de quince cosméticos al día, entre productos de cuidado personal y cosméticos. Y cada uno de estos productos tiene una media de 25 componente­s», señala el doctor Olea. Sin embargo, para el consumidor es muy complicado saber si los productos que utiliza contienen o no disruptore­s endocrinos y ni siquiera leyendo el etiquetado se despejan sus dudas. Además, sostiene Olea, «algunos productos cambian su composició­n en algunos países». Aunque existen aplicacion­es que escanean el código de barras del producto y supuestame­nte ofrecen esta informació­n, sus resultados no suelen estar avalados por institucio­nes científica­s. Por lo tanto, el médico recomienda pedir consejo a las institucio­nes o grupos de consumidor­es especializ­ados en la materia.

Para evitar disruptore­s en la alimentaci­ón, el doctor Olea recomienda comer productos de cercanía, ecológicos y de temporada, no comer productos procesados y pagar el precio justo por la comida.

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