ABC (Andalucía)

Frenar el gasto antes de bajar impuestos

Los dos grandes partidos marean la perdiz para no afrontar lo importante: que es urgente reducir el gasto público

- JOHN MÜLLER

Afinales de la década de 1980, todos los meses el menú de los españoles acababa con una superabund­ancia de pollo. Según los diarios de la época, importar pollo era la manera que tenían las autoridade­s de restarle unas décimas al IPC. De hecho, cuando el pollo estaba caro se le tildaba de ‘animal inflaciona­rio’ como recuerda el profesor Carlos Rodríguez Braun.

Ya nos habíamos olvidado de estas estrategia­s gubernamen­tales para influir en el IPC. Como ha subrayado Toni Roldán, el pollo de ayer son los combustibl­es de hoy, porque la única razón que explica el subsidio generaliza­do de 20 céntimos –una medida de dudosa eficacia y que dispara en el pie de la descarboni­zación agitada por Sánchez– es frenar la escalada del IPC, para que esta no dispare una multimillo­naria subida de pensiones que dejará tiritando las cuentas públicas o abocando al PSOE a volver a pedir sacrificio­s… a nueve millones de votantes.

Sánchez se ufanaba con la respuesta tan diferente a la crisis pandémica respecto a la de 2010 y de pronto las cosas han empezado a parecerse a hace 40 años.

Al otro lado de la calle, el PP y su nuevo líder no dejan de pedir una bajada de impuestos ante el exceso de recaudació­n que produce la inflación, especialme­nte en el IVA. Sánchez le prometió a Feijóo «rebajas impositiva­s a sectores afectados» en La Palma y este cree que es una buena palanca para hacer oposición, aunque sea populista. Los principale­s economista­s –BBVA Research lo acaba de decir– no le ven sentido a una propuesta sin detalles, y que se ha planteado ambiguamen­te: a veces parece referirse a una bajada del IVA y otras a la deflactaci­ón del IRPF. Si es transitori­a y con fines de estabiliza­ción no tiene sentido hacerla cuando la economía crece y los precios están recalentad­os. Si es permanente, obliga a explicar qué parte del gasto público se va a limitar.

Aquí llegamos a la piedra de toque de la que nadie, ni el Gobierno ni la oposición, quiere hablar: la necesidad imperiosa de contener el gasto público, disparado desde la pandemia. Lo que no tiene sentido es añadir más gasto, vía subsidios generaliza­dos, o restar ingresos bajando impuestos a cambio de un mayor déficit público cuando la tarea pendiente es una consolidac­ión fiscal que debe hacerse cargo de un déficit estructura­l que ronda el 5%. Ambas propuestas lo único que hacen es anticipar la hora de la verdad que llegará cuando el Banco Central Europeo («el repunte de la inflación es puntual») tenga que subir tipos. Entonces se verá si España es viable así, sin medidas de ajuste. De momento, conviene mirar la gráfica de los intereses que pagamos por la deuda pública: tocaron un mínimo en 2020 y ya han empezado a subir. En 2021 se añadieron 800 millones más y las condicione­s de financiaci­ón en el mercado siguen endurecién­dose.

Si algo nos debió enseñar la crisis energética de 1973 fue que los choques de oferta hay que trasladarl­os al mercado sin adulteraci­ón para que este reaccione con sus diferentes elasticida­des de corto, medio y largo plazo. La anestesia que se aplicó en España en 1973 solo terminó con los Pactos de la Moncloa de 1977 y únicamente sirvió para aplazar la salida de la crisis. jmuller@abc.es

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain