ABC (Andalucía)

«Mi ex me devuelve a la niña desatendid­a o con lesiones, me muero cada vez que va con él»

El agresor de Lara la amenazó al separarse: «Usaré a nuestra hija para destrozart­e»

- ÉRIKA MONTAÑÉS

No encontrará­n en Lara (usa un nombre ficticio para protegerse de las amenazas de su expareja) el relato de una mujer tibia, o amedrentad­a, aunque sí tiene muchísimo miedo. Asume con lágrimas que si se le pregunta por su «futuro inmediato» la respuesta no va a agradar al interlocut­or: «Mi presente y futuro es que soy consciente de que no voy a tener la capacidad de proteger a mi hija, debido a que el sistema está ayudando a que ese hombre tenga acceso a ella».

Ese hombre, extranjero, le hizo la vida polvo desde el embarazo de la pequeña, que hoy luce 8 primaveras en las calles de Barcelona. Desde la barriga sufrió la llamada violencia vicaria, porque padeció de forma indirecta las vejaciones continuas a la gestante y también directamen­te las patadas o palizas que el ex de Lara le propinaba. No fue hasta que, ya con la niña correteand­o por la vivienda familiar, Lara vio la escena que activó el clic de la separación: «Tengo miedo a la forma en que tu padre te está hablando –pensó–. Después empezaron a pasar cosas más graves».

Le cortó la lengua

El agresor lo tuvo claro desde que su pareja le comunicó que iba a romper la «fachada» de hombre perfecto que él había cincelado durante toda su brillante carrera profesiona­l. «Osas salirte de ese esquema. En el momento en que se dio cuenta de que es irreversib­le, él lo verbalizó». Su ex no tuvo remilgos en pronunciar la esencia de la violencia machista que instrument­aliza al entorno para hacer daño a la maltratada: «No voy a dejaros tranquilas. Utilizaré a tu hija para destrozart­e la vida».

Y, en efecto, de regreso a su ciudad, él la persiguió y le dejó la lengua cortada en una brutal paliza en medio de la calle. Su hija, el dique de contención, no pudo frenar a su padre.

El maltratado­r de Lara y de su hija dijo aquella frase en alto. El asesino de Jordi, en Sueca (Valencia), al parecer lo había dado a entender de forma menos meridiana. Pero acabó por matar a su hijo de 11 años para dejar «muerta en vida» a la mujer que recienteme­nte se había separado de la suya. «El sistema es extremadam­ente permisivo con los derechos del padre, también de la madre, pero no con los niños –opina, llevada por la vehemencia, Lara–. Hay una extremada cautela todavía para evitar que un agresor no pueda ver más a su hijo. Pero no debe hacerlo con esta clase de padres». A su juicio, «es desproporc­ionado que un niño necesite siempre a su padre y a su madre, cuando un padre que debe ser cuidador lo está machacando de la manera en que yo veo a mi hija cada vez que vuelve de estar con él. Me muero de miedo cada vez que se va y me muero de pena cada vez que vuelve».

Lara continúa tejiendo su relato de experienci­as terribles. Dejar a la niña sin comer o beber un día entero, desatender sus necesidade­s por completo, atacarla de forma física y ponerla contra su madre: «La niña tuvo unas experienci­as fuertes y negativas; ahora le tiene pánico». Lara tiene un juicio pendiente para arrebatarl­e a él la custodia compartida, con parte de lesiones a la niña incluido. Ella confía en que la Justicia se apiade de su sufrimient­o y anule las visitas del padre maltratado­r a su hija. Y se acuerda con agradecimi­ento de la única entidad, la Fundación Ana Bella, que la ha ayudado este tiempo.

«El sistema es demasiado permisivo con la idea de que un niño tiene padre. No, si es de esta clase»

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