La chaqueta verde de la fe
Scottie Scheffler conquista el Masters de Augusta y el número uno mundial apoyado en sus firmes convicciones cristianas
Pocas veces se ve un dominio tan absoluto en el Masters de Augusta como el que ha ejercido Scottie Scheffler en esta edición. Desde que se puso líder en la segunda jornada con cinco golpes de ventaja dejó claro que el torneo no se le iba a escapar. Por si su calidad fuera poca, los números le ayudaban. En toda la historia del torneo ningún campeón había desperdiciado esa renta al paso por los primeros 36 hoyos.
Su irrupción al estrellato mundial unas semanas antes no había sorprendido a nadie. «Jordan Spieth, Justin Thomas, Collin Morikawa y yo mismo pertenecemos a la misma generación y hemos ganado grandes en estos años», señaló Jon Rahm ayer al terminar su participación en el National, por lo que tenía claro que Scottie no iba a tardar en hacerlo. «Es un grandísimo jugador y, como todos nosotros, un ejemplo del efecto que Tiger Woods ha tenido sobre el golf internacional. Nos hemos criado a su imagen y semejanza y se ven los resultados».
El más tardío en eclosionar, no obstante, ha sido el tejano, un desconocido para la mayoría de los aficionados que se dio a conocer el año pasado al vencer precisamente al español en el duelo individual que mantuvieron en la Ryder Cup. Ese fue un primer toque de atención para mostrar lo que ya se intuía, que Scottie tenía calidad de sobra no solo para formar parte del equipo americano sino para lograr metas aún mayores. La decisión de Steve Stricker de seleccionarle a dedo se mostró como muy acertada.
Ave Fénix muy real
Su despegue definitivo llegó el pasado mes de febrero en Arizona, donde se impuso en el Phoenix Open y debutó como ganador del PGA Tour. A partir de entonces, una locura de éxitos (cuatro victorias en seis torneos) que le han aupado al número uno mundial y ha dejado boquiabiertos a propios y a extraños.
Los triunfos en Fénix, Byron Nelson, Austin y Augusta, logrados en el exiguo periodo de 57 días le han servido para batir varios registros hasta ahora impensables. Por ejemplo, el del tiempo que ha necesitado desde que logró ese primer triunfo y accedió al liderato universal (42 días). La cifra puede parecer inocua si no tiene una referencia a la que asirse; por eso, si
se piensa que Tiger Woods necesitó 252 para el mismo hito tenemos clara su magnitud real.
De todas formas, siempre hay quien duda de la fuerza mental que pueda tener un chico de 25 años que se enfrenta al mayor reto de su carrera: llegar al Masters como favorito para el triunfo, cuando su mejor actuación hasta entonces en el torneo verde había sido un decimoctavo puesto. Es sabido que esta cita es distinta a cualquier otra y que para afrontarla hay que tener un conocimiento y una fuerza mental especiales. Y ahí es donde las cosas empezaron a flaquear a primeros de semana. «Tuvo una crisis de ansiedad el domingo por la mañana y se echó a llorar como un niño y le tuvimos que apoyar entre todos para que no se viniera abajo», comentó su mujer Meredith. Afortunadamente forman una familia muy unida, con sus padres y tres hermanas, basada en unas firmes convicciones religiosas que hizo piña en torno a él. Con esa fuerza afrontó el reto verde con la fe de poder ganarlo.
Y vaya si lo hizo. Cuando Scheffler se mueve por el campo se le aprecia una paz interior que luego se refleja en sus resultados. Aunque el domingo llegó tan relajado al hoyo 18 que casi le cuesta caro. Perdió a lo tonto dos de los cinco golpes que llevaba de renta y aun así ganó de calle a Rory McIlroy (-7). Pero ya tenía todo el trabajo hecho. Desde que se mudaron de Nueva Jersey a Texas ha tenido en la religión cristiana su principal punto de apoyo y él ha sido agradecido: «Todo lo que hago es para gloria de Dios».