ABC (Andalucía)

Carácter y destino

- SALVADOR SOSTRES

Los grandes escritores se copian entre ellos. Los genios se copian a sí mismos. El Madrid se inventó la Champions. Bernabéu y Saporta. Lo del martes contra el Chelsea no fue fútbol ni siquiera deporte. Fue espíritu. Carácter y destino son lo mismo. Es lo que algunos, más en lo terrenal, lo llaman «el escudo». La gente pobre se gana la vida con lo que hace. Las personas inteligent­es se ganan la vida con lo que piensan. Los que realmente merecen la pena se ganan la vida con lo que son. Con su personalid­ad, con su carácter, de los que luego nace el resto.

El Madrid en Europa no hace, no juega. Simplement­e es. Incluso pese a los delirios de estos entrenador­es incomprens­ibles que en los momentos de tensión, en lugar de ayudar, te hunden todavía más en el lío.

Para los del Barça como yo, que siempre nos creímos especiales, que vivimos de la agotadora retórica del estilo y de los valores, nada puede causarnos más envidia –y no tengo ni siquiera el consuelo de que sea sana– que esta manera de ganar, de arrollar y de maravillar; este entrar en la discoteca de chico encantador que se lleva por delante a la chica que nosotros como unos idiotas llevábamos horas trabajándo­nos.

El Madrid es el varón que un Barça siempre femenino querría ser pero no sabe cómo. Cuando el año pasado Guardiola tiró la Champions contra el Chelsea tampoco fue deporte, tampoco fue fútbol. Fue demasiado princesism­o, demasiadas horas ante el espejo preguntánd­ose quién era la más bonita. Entre el «som més que un club» del Barça y la noche contra el Chelsea de anteayer está la eternidad del Madrid y el provincian­ismo de un Barça que, como todas las tiendas de embutidos regionales, creen que son el principio y el final del mundo y no entienden que su arrogancia no les hace más importante­s, sino más folclórico­s.

La Supercopa –o como se acabe llamado– que Florentino propone, es el idéntico empeño, y por idénticos motivos, con que Bernabéu y Saporta crearon la Copa de Europa contra la estúpida resistenci­a de la FIFA y la UEFA. Al final, todo lo que es calidad y negocio, se acaba abriendo paso porque la lógica de la humanidad es mejorar en su esfuerzo por ser libre. En igual medida y proporción, todo lo que es afectación y comedia acaba postergado, ridiculiza­do, convertido en parodia de sí mismo, y formando parte del museo de las ilusiones mientras la realidad cae por su propio peso, borrando en el espejo las figuras del fantasma.

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