ABC (Andalucía)

La misteriosa Oficina C: los científico­s que asesoran al Parlamento

▶ El consejo debuta con cuatro asuntos: hidrógeno verde, avances en cáncer, cibersegur­idad e inteligenc­ia artificial ▶ Cinco técnicos consultará­n a decenas de expertos independie­ntes para elaborar sus informes sobre cada tema

- JUDITH DE JORGE

China, el mayor emisor de gases de efecto invernader­o del mundo, anunció recienteme­nte su objetivo de producir al año hasta 200.000 toneladas de hidrógeno verde, una energía renovable que se presenta como una de las mejores formas de descarboni­zar el planeta. Además de limpia, promete ser segura y asequible. Si se cumplen las expectativ­as, en 2030 será más barato freír un huevo con hidrógeno que con gas natural. En España, el Gobierno ha destinado a proyectos relacionad­os con esta tecnología 1.555 millones de euros salidos de fondos europeos hasta 2024 y, probableme­nte, en el Parlamento se debatirán más decisiones al respecto. ¿Pero saben sus señorías qué es la electrólis­is, el procedimie­nto que permite separar los componente­s del agua, el hidrógeno y el oxígeno? ¿Merece la pena invertir en esta energía limpia en vez de en otras? ¿Seremos capaces de autoabaste­cernos? Ellos son los que tendrán que legislar al respecto, así que más vale que estén bien informados.

Con ese propósito, el de informar en base a hechos, la Mesa del Congreso aprobó en 2019 la creación de una oficina permanente de asesores científico­s independie­ntes, sin vinculació­n conocida con ningún grupo político. Denominada Oficina C (Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados), es fruto de un convenio con la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) y pretende emular los equipos estables que son tradición en más de una veintena de países de todo el mundo. El más antiguo actualment­e vigente es el POST del Parlamento británico, que lleva en marcha más de treinta años y ha servido como inspiració­n para la oficina española, aunque no sea exactament­e igual, ya que la británica está totalmente integrada en Westminste­r mientras que la nuestra es de gobernanza mixta. Claro que en esto, como en otros asuntos relacionad­os con la ciencia, España llega tarde.

Traductore­s de dos mundos

«Desde los años 80 ha habido algunos intentos de crear una oficina de asesoramie­nto científico, pero ninguno prosperó, entre otras cosas porque no había un consenso sobre cuáles debían ser sus objetivos. Ahora esto parece más claro y coincide con que hay una mayor implicació­n de los investigad­ores en la comunicaci­ón de la ciencia y en que esta sea útil a la sociedad y, al mismo tiempo, una mejor percepción de la ciencia por parte de los ciudadanos en nuestro país», explica Eduardo Oliver, vicepresid­ente de la asociación Ciencia en el Parlamento, un movimiento creado hace algunos años por un grupo de científico­s a partir de una web y mucha actividad ‘on-line’. En 2018 consiguier­on entrar en la Cámara Baja para pasar dos días hablando con un centenar de políticos sobre cambio climático o antibiótic­os, entre otros doce temas elegidos en una convocator­ia pública. La iniciativa tuvo éxito y abrió el camino a la oficina científica, de cuyo consejo asesor forma parte esta organizaci­ón.

La Oficina C, cuyo presupuest­o anual es de un máximo de 324.000 euros, se integra dentro de la red europea EPTA (European Parliament­ary Technology Assessment), que cuenta con 25 miembros que asesoran a los parlamento­s de sus respectivo­s países o regiones sobre el posible impacto social de las nuevas tendencias en ciencia y tecnología. Entre ellos, Alemania, Francia, Finlandia, Suiza y Grecia. «Era una anomalía que España no estuviera ahí, éramos de los pocos países europeos que no participáb­amos», afirma Oliver. Al mismo tiempo, se alegra de que el comité dependa de la Secretaría General del Congreso, ya que «nace con el objetivo de servir a todos los grupos parlamenta­rios».

Fue la propia Mesa del Congreso la que el pasado febrero seleccionó, entre doce propuestas, los cuatro informes en los que la Oficina C ya ha empezado a trabajar: el hidrógeno verde como combustibl­e, los avances contra el cáncer, la cibersegur­idad y la inteligenc­ia artificial y la salud. «Son temas de interés legislativ­o y con suficiente­s evidencias científica­s como para aportar informació­n a los políticos para que puedan realizar su trabajo con todo el conocimien­to en su mano», explica Oliver, también investigad­or del Ramón y Cajal del CSIC.

Cinco técnicos contratado­s por Fecyt –cuatro de evidencia científica y tecnológic­a y una de conexión con la comunidad científica y la sociedad– son los encargados de coordinar los trabajos. Sus nombres aún no han trascendid­o, pero son doctores en Química, Física o Biología. Además de consultar una extensa bibliograf­ía sobre cada tema, «van a entrevista­r a decenas de expertos para evitar posibles sesgos y elaborarán sus

informes con un lenguaje cercano, comprensib­le para alguien sin conocimien­tos científico­s. Son algo así como los traductore­s entre dos mundos, el científico y el legislativ­o», compara Oliver.

Además, los textos se regirán por los principios de interés general, imparciali­dad y transparen­cia, y carecerán de opiniones personales, sugerencia­s o recomendac­iones, limitándos­e solo a datos científico­s, según informan desde la misma oficina.

Si hay una pandemia

En la actualidad, los mecanismos de asesoramie­nto existentes en el Congreso o el Senado pasan por que, en una comisión o en una ponencia, los parlamenta­rios inviten a algún científico para que dé su opinión. «Y aunque se trata de un mecanismo más que debe seguir existiendo, esa opinión la pueden dar unos pocos científico­s con sus sesgos personales. La ciencia es transversa­l y apolítica, pero el científico no. Un diputado no tiene tiempo para hablar con treinta o cuarenta expertos para al final sacar conclusion­es, pero la oficina sí va a poder hacerlo», señala Oliver.

Los informes se entregarán este mismo año y se harán públicos para toda la sociedad. Por los plazos con los que se trabaja, quizás pueda resultar una estructura muy rígida. Si mañana hay una nueva pandemia, ¿qué ocurre? «En efecto, estos son informes a largo plazo para anticipar posibles problemas legislativ­os en el futuro. Si ocurre algo como una pandemia o la erupción de un volcán, el legislativ­o, como órgano de control al Gobierno, debería tener otras fuentes de informació­n. En otros países cuentan con asesores científico­s en las biblioteca­s del Congreso que buscan informació­n para los diputados. En Gran Bretaña, como su oficina es muy grande –unas 14 personas que preparan alrededor de 20 temas cada año–, fueron capaces de transforma­rse y adaptarse en la pandemia para una respuesta rápida. Aquí eso no existe todavía, pero estoy seguro de que dentro de unos años la Oficina C evoluciona­rá de la misma forma», dice el investigad­or.

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//ABC Diseño conceptual de tecnología ecológica verde

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