Las ‘cookranianas’, las galletas terapéuticas de las refugiadas
▶ Cinco grupos de mujeres ucranianas hornean, junto a sus familias de acogida, dulces solidarios que venden a través de internet. Mientras cocinan se evaden del drama de la guerra
Solo cuatro ingredientes: mantequilla, azúcar, un huevo y harina. Esa es la base de la receta que ha conseguido convertir las infinitas horas de sufrimiento de varias refugiadas en tardes dedicadas a compartir alegrías y llantos en la cocina en torno a un delicioso proyecto común: las ‘cookranianas’. Estas galletas, cubiertas de un glaseado con los colores de la bandera de Ucrania, se venden por internet y permiten a sus reposteras obtener algunos ingresos mientras encuentran un trabajo.
«Estamos teniendo una repercusión espectacular. Siempre me preguntan qué ONG está detrás de la marca, pero en realidad somos solo tres pardillas que hacemos galletas», bromea María Gomá, la maestra madrileña que está detrás de esta idea. Cuando estalló la guerra, relata, preguntaron a unos amigos ucranianos cómo podían ayudarles. «Ellos nos contaron que las mujeres que acababan de llegar a su hogar huyendo de la guerra se pasaban el día llorando, pegadas a la televisión. Y nos dijeron: ‘Ayudadnos a sacarlas de casa y entretenerlas’. Inmediatamente pensé en algo que se hiciera en la cocina, que es un lugar muy de acogida. En un primer momento me planteé enseñarles a hacer tortilla de patata, pero recordé que una amiga a la que se le murió un bebé me dijo que haciendo galletas no se piensa en nada. Y fue muy curioso, porque una tarde mientras las preparábamos pregunté a las chicas en qué pensaban y me dijeron justo eso, en nada».
Mientras cuenta cómo ha ido creciendo esta idea de postres solidarios y terapéuticos, María Gomá organiza a las cuatro mujeres ucranianas que cocinarán en su casa de Pozuelo de Alarcón (Madrid) en dos equipos, uno que amasa y hornea las galletas y otro que las decora. Antes de la invasión, estas jóvenes tenían otros oficios: pianista, gestora, estudiante… «Yo he engordado ya tres kilos, porque las que salen mal nos las comemos», dice entre risas Gomá, anfitriona infatigable, mientras abre la puerta a su amiga Rosario, que viene con más ingredientes, por si hacen falta. En unos minutos el olor a galletas y el bullicio se apoderan de la cocina, donde se solapan las conversaciones en español y en ucraniano. Suele reinar la alegría, aunque también hay días duros. Una de las chicas, más seria que las demás, lleva cinco días sin saber de su padre, militar ucraniano. Y esa pena no hay postre que la mitigue.
«Nosotras ponemos las cocinas y los ingredientes, todos naturales, y el dinero va directamente al bolsillo de las reposteras. Nada es fácil para ellas. Una vez que están en España, ¿de qué viven? Tienen que aprender el idioma, buscar trabajo… Así que mientras encuentran algo esta es su ocupación», plantea Gomá. Por el momento, han convertido cinco casas de Madrid en improvisados obradores, con su calendario de trabajo semanal, pero reconocen que no dan abasto, y eso que de momento, los encargos se ciñen, sobre todo, a amigos y conocidos. «Cuando nos piden galletas para un evento más grande, un colegio o un partido solidario, nos toca correr, porque no tenemos tanta gente que sepa hacerlas y se tarda varios días. Varias pastelerías se han puesto en contacto con nosotros para dejarnos sus instalaciones, incluso los Manolitos nos han ofrecido sus hornos. Pero yo no quiero perder la esencia de esto: hacer galletas juntas, enseñar a las mujeres nuevas, acogerlas, reírnos…», admite Gomá. Por ese motivo han registrado el nombre de las ‘cookranianas’, creado por una de las hijas publicistas de esta madrileña. No quieren que las galletas de las refugiadas ucranianas dejen de ser, por encima de todo, una sanadora reunión de amigas.
Acoger, reír, llorar en torno a la mesa «Nosotras ponemos las cocinas y los ingredientes y el dinero va para las reposteras. Nada es fácil para ellas»