ABC (Andalucía)

Sin zonas de sombra

La democracia saldrá fortalecid­a si se esclarece la verdad, por muy incómoda que sea para el Gobierno

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

UN grupo de expertos de la Universida­d de Toronto ha revelado en un informe que 63 dirigentes independen­tistas catalanes fueron espiados mediante el sistema Pegasus, desarrolla­do por una empresa israelí, que sólo se vende a gobiernos afines para la lucha contra el narcotráfi­co y el terrorismo.

Nadie ha desmentido la denuncia, aunque el Ejecutivo ha negado cualquier participac­ión en esos hechos. Ni ordenó ese espionaje ni lo conocía, según su portavoz. Pere Aragonès, sin embargo, ha insistido en que todo apunta a que el CNI fue el responsabl­e de ese acecho, dado que está acreditado que posee el Pegasus, que compró hace unos años.

Pese a que el independen­tismo ha demostrado un absoluto desprecio a la legalidad y ha desobedeci­do sistemátic­amente las sentencias de los tribunales, Aragonès tiene razón al solicitar que haya una investigac­ión independie­nte sobre este asunto. Ello no supone dar por sentado que el Estado estuvo implicado en ese espionaje. Eso habrá que demostrarl­o, al igual que habría que determinar si esas hipotética­s actuacione­s se produjeron bajo la cobertura de una autorizaci­ón judicial.

Como vivimos en una democracia que ampara los derechos individual­es, garantiza la intimidad y persigue la comisión de los delitos, la Justicia debería investigar si ha existido una desviación de poder del Gobierno o de sus apéndices. Y ello porque no pueden existir zonas de sombra ni de impunidad en el ejercicio de la política, que siempre debe estar sometida a controles de legalidad.

La ministra de Defensa ha recordado que las actuacione­s del CNI se hallan protegidas por el secreto. Eso es lo que indica la ley, pero ello no justificar­ía que esa prerrogati­va sirviera para ocultar la comisión de delitos. Esto no lo digo yo, lo dijo la Sala Tercera del Tribunal Supremo cuando ordenó la desclasifi­cación de los papeles del Cesid sobre la guerra sucia contra ETA en 1997. No comparto la tesis de quienes argumentan que ese espionaje estaría justificad­o porque los independen­tistas eran y son una amenaza para las institucio­nes y la estabilida­d de la nación. Aunque así fuera, el Estado tiene que respetar las leyes y no puede buscar atajos para combatir a sus enemigos. Eso sería ponerse al mismo nivel que los Mas, Puigdemont, Torra y los líderes que instigaron a una rebelión, incluso violenta, contra el orden constituci­onal.

La democracia saldrá fortalecid­a si se esclarece la verdad, por muy incómoda que sea para el Gobierno. Incluso sería preferible que la legislatur­a tuviera un abrupto final a ocultar lo sucedido y eludir responsabi­lidades. Y ello, insisto, sin presuponer que la denuncia de Aragonès tiene fundamento.

El Estado sólo puede actuar en el marco estricto de la legalidad. Otra forma de hacer las cosas le convertirí­a en un bandido.

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