ABC (Andalucía)

La chalina de Pepe

Igual que el oficiante se distingue como pastor de almas, Pepe Álvarez se señala como el representa­nte obrero, de la causa obrera

- HUGHES

EL secretario general de UGT, Pepe Álvarez, aparece siempre en sus actos públicos con una prenda caracterís­tica. Hace poco se reunió con Feijóo y la llevaba: una especie de pañuelo o bufanda que anuda con holgura alrededor de su cuello y que le cae con simetría a los dos lados. Puede ser de varios colores, tejidos y medidas. Es probable que tenga decenas de ellas en casa, que necesite tres cajones del armario. A veces recuerda a la ‘kufiya’ palestina, otras a la pashmina violeta de las feministas... Don Pepe es un señor con bigotes, pero lleva sin problema ese complement­o ‘unisex’ que evoca reminiscen­cias antiimperi­alistas, feministas y que le confiere un aspecto singular. Lejos ya el jersey obrerista, un líder de la UGT no podría aparecer encorbatad­o, pero tampoco se distinguir­ía si apareciese sin ella. Se necesita algo más, y aquí es donde aparece la prenda, la chalina, su chalina sindical y reivindica­tiva.

¿De qué frío, que solo siente él, se protege Pepe Álvarez? Es como si siempre estuviera en un entretiemp­o puñetero, destemplad­o, pero no es un microclima, es que vive y representa la lucha sindical que nunca acaba y el frío del obrero sin derechos.

Su función es ornamental, simbólica, que él oculta a duras penas dándole un toque desaliñado. La chalina sindical es como la estola del sacerdote, símbolo de algo sagrado, de una investidur­a. Igual que el oficiante se distingue como pastor de almas, Pepe Álvarez se señala como el representa­nte obrero, de la causa obrera, del trabajador como uno y trino, sujeto-conciencia-clase ante lo Eterno y en lo Eterno: el Estado.

Al ponerse su chalina queda investido como diácono sindical y alrededor de su cuello pende, en lazada litúrgica, la suerte de todo asalariado. Por su sola presencia, subrayada con esa prenda, se hace vivo el trabajador, justo ahora que se sustituye por tantas identidade­s, clientelas, razas y géneros. Pero la vieja legitimida­d es suya, laboral, y late en la ‘kufiya’ ugetista.

Por eso, Álvarez aparece siempre al lado del Gobierno como un patriarca ortodoxo al lado de Putin, y así apareció también con Feijóo, como autoridad espiritual que unge al nuevo. Creer que ahí están los intereses de los trabajador­es es como creer en lo otro, pero con menos evidencias, y sin embargo es posible y quien mejor lo ha visto es Pepe Álvarez, que con ese complement­o se hace sindicalis­ta-sacerdotis­o, archimandr­ita obrero.

Igual que la estola religiosa tiene origen en el paño con el que se enjugaban las lágrimas los orantes, la chalina sindical quizás evoque la bufanda primitiva, hecha con la telilla de los primeros talleres de Manchester, ‘palestiniz­ada’ luego contra el omnímodo enemigo capitalist­a, patriarcal e imperialis­ta.

Alrededor de su cuello, como guirnalda irradiante, Pepe Álvarez lleva al obrero y su chalina debería (humilde petición) institucio­nalizarse como hábito estatal y pasar al sucesor.

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