LA ESCRITORA A LA QUE LEÍAN LOS DOS BANDOS DE UNA ESPAÑA PARTIDA
La próxima semana se presenta en Madrid la nueva novela histórica de Mari Pau Domínguez, ‘No habrá otra primavera’ (La esfera de los libros), en la que la periodista relata «la apasionada vida de Carmen de Icaza», una de las autoras más leídas de los años cuarenta y colaboradora de Blanco y Negro
Agosto de 1936. Hace sólo un mes que España se desangra en una guerra civil. Quién podría pensar que fuera un buen momento para publicar una novela… Sin embargo, la Editorial Juventud (Barcelona) lanzó al mercado ‘Cristina Guzmán, profesora de idiomas’, de Carmen de Icaza, que se convirtió de inmediato en un auténtico best seller. Desde marzo venía publicándose por entregas en la revista Blanco y Negro.
La propia autora cuenta en el prólogo que «en aquellos primeros días, cuando la caza de fascistas era un trágico deporte y los perseguidos hubiésemos querido ver borrada nuestra traza de todos los registros, ficheros y memorias, vi aparecer de repente, como un burlesco desafío, el rostro estilizado de Cristina Guzmán…, bajo mi nombre estampado en letras vistosas, en todos los quioscos, vitrinas y escaparates de las librerías madrileñas. Y es que el Madrid rojo pedía novelas rosas». Aquella España partida en dos, nacionales y republicanos, quedó sorprendentemente unida por las peripecias de una joven viuda que tenía que sacar adelante sola a su hijo pequeño dando clases de idiomas, hasta que un hecho inesperado dio un giro a su vida. Para el ex ministro de Educación, Cultura y Deporte, y portavoz del Gobierno durante el mandato de Mariano Rajoy, Íñigo Méndez de Vigo, nieto de la escritora, de la que heredó el título de barón de Claret, «a través de las protagonistas de sus exitosas novelas reafirma el papel de la mujer como la única dueña de su destino».
La escritora Carmen Martín Gaite reconoció que «era el libro que todas las chicas casaderas leímos sentadas en la camilla y muchos soldados llevaban en el macuto». Soldados pero también prisioneros, ya que en la cárcel de Alicante, donde José Antonio Primo de Rivera fue fusilado, un ejemplar pasaba de mano en mano hasta que un miliciano republicano lo descubrió y requisó para que lo leyeran su novia y las de sus
compañeros. Incluso la comunista Dolores Ibáburri, Pasionaria, disfrutó con aquella historia escrita por una falangista.
Pero no fue esa la única costura que Icaza reventó en aquellos años. En 1935 publicó varios artículos en Blanco y Negro en los que hablaba de la «legión de luchadoras que reclaman como seres humanos su derecho al trabajo» o de que «los enemigos de la emancipación femenina acusan al feminismo de ser una de las causas primordiales del paro forzoso». Periodista con el carné número 16 de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) y exitosa autora de novelas que empezaron siendo del género rosa o romántico; pasaron a hablar de la guerra (‘¡Quién sabe…!’, 1939); diseccionar los vicios y falsas apariencias de la alta sociedad a la que pertenecía (‘Vestida de tul’, 1942), y derivaron en crítica social en la última (‘La casa de enfrente’, 1960). Su obra se tradujo al inglés, italiano, francés, portugués, checo, ¡japonés! y, por supuesto al alemán, idioma en el que era bilingüe al haber vivido hasta la adolescencia en Berlín con su familia, en una residencia propiedad del Káiser Guillermo II.
Era hija de mexicano y de la cubana Beatriz de León y Loynaz, una señorita de la alta sociedad nacida en La Habana. El padre, Francisco de Icaza, con 23 años llegó a España como diplomático en 1886. Pero también fue un reconocido intelectual, gran amigo de Antonio Machado. Cuando en 1925 fallece, y debido a la imposibilidad de cobrar su pensión por problemas políticos en México, para sacar adelante a la familia Carmen comenzó a trabajar, acompañada de una carabina, en el diario ‘El Sol’, uno de cuyos ideólogos era Ortega y Gasset. A su madre casi le dio un síncope y la relación se complicó tanto que la joven Carmen se marchó de casa llevándose a sus hermanos Paco y Anita. Sonsoles era demasiado pequeña y se quedó con doña Beatriz. Por cierto que el padre fue el autor de los famosos versos que desde 1957 pueden leerse en un muro de la Alhambra de Granada: «Dale limosna, mujer,/ que no hay en la vida nada/ como la pena de ser/ ciego en Granada».
«El Madrid rojo pedía novelas rosas» UN MES DESPUÉS DE QUE ESTALLARA LA GUERRA CIVIL ‘CRISTINA GUZMÁN, PROFESORA DE IDIOMAS’, SE CONVIRTIÓ EN UN AUTÉNTICO BEST SELLER
Los años del Auxilio
En octubre de 1936, en Valladolid, participó en la fundación del Auxilio de Invierno –más tarde llamado Auxilio Social–, obra de Mercedes Sanz-Bachiller, que acuñó el famoso lema: «Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan». De Carmen era también aquel otro de «ni rojos ni azules, solamente niños de España». El Auxilio sembró España de comedores sociales, orfanatos, centros de atención para mujeres, viudas y huérfanos… atendidos por voluntarios que proporcionaban comida, ropa y medicinas.
Carmen comenzó siendo la única mujer asesora del Auxilio Social y acabó como su secretaria nacional durante 18 años. También casi dos décadas pasó en la Cruz Roja Española como vocal de la Asamblea Suprema. Ramón Serrano Suñer la nombró secretaria general de la Dirección General de Propaganda del Movimiento, y aun así el régimen franquista toleraba sus claras ideas en defensa de los derechos de las mujeres y que no comulgara con todos los preceptos de la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, que las relegaba al papel de esposa y madre aderezado con bailes regionales.
Viajó en varias expediciones a Italia y Alemania, junto a Dionisio Ridruejo, siendo en muchas ocasiones la única mujer. Hasta llegó a entrevistarse con el mismísimo Benito Mussolini en Roma. El líder fascista le regaló una foto dedicada.
Cuando España se mecía al ritmo de las canciones de Gloria Lasso y Lucho Gatica, el 28 de diciembre de 1959 Carmen vivió el que tal vez fuera uno de los momentos más dolorosos de su vida, el de tener que decirle a su ahijada Carmen Díez de Rivera que no podía cumplir sus planes de boda con su gran amor Rolo Serrano Suñer porque era su hermano. Carmencita tenía 17 años y se enteró así de que había nacido de la relación extramatrimonial de su madre, Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, y Ramón Serrano Suñer, el poderoso cuñado de Franco, que fue ministro de la Gobernación y de Exteriores. La relación se convirtió en un escándalo al estar casado Serrano Suñer nada menos que con la hermana de Carmen Polo, esposa de Franco.
Una hija periodista
A Carmen le gustaba organizar tertulias literarias, por las que pasaron Juan Ignacio Luca de Tena, Joaquín Calvo Sotelo o Agustín de Foxá. De pequeña era habitual ver en casa a Amado Nervo, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez, quien le escribía poemas; dijo de ella que tenía «ojos de alma». La escritora y periodista Natalia Figueroa la recuerda como «una persona encantadora y muy inteligente. La conocí desde niña porque era muy amiga de mis padres. La traté más cuando yo era una joven que se dedicaba a escribir».
Carmen se casó, el 14 de febrero de 1930, con su novio de toda la vida, Pedro Montojo Sureda, trabajador de la Compañía Telefónica Nacional de España, en la que llegaría a ser inspector. Tuvieron solo una hija, Paloma, periodista como su madre y con un brillante expediente académico. Dio clases de redacción periodística en la Universidad Complutense hasta su jubilación.
De los cuatro nietos de Carmen de Icaza, a Íñigo Méndez de Vigo le siguen Beatriz –ha sido secretaria general del Centro Nacional de Inteligencia (CNI)–, Pedro y Valeria. Graves problemas de visión, que la condujeron al borde de la ceguera, martirizaron sus últimos años. Tras la muerte de su marido en 1978, Carmen «va apagándose –en palabras de su hija–, no puede resistir el terrible golpe». Un día antes de cumplirse el año del fallecimiento de Perico, Carmen murió por una hemiplejia, en la madrileña clínica de Nuestra Señora de Loreto en la que llevaba ingresada un mes. «Dejó como legado una fe absoluta en que la lucha por nuestras convicciones no es una pugna vana» (Introducción a ‘Cristina Guzmán, profesora de idiomas’, de Paloma Montojo y de Icaza, condesa de Areny). Y una de sus convicciones las puso en boca de su heroína romántica: «La vida sonríe a quien le sonríe, no a quien le hace muecas».