ABC (Andalucía)

La ralentizac­ión seguirá intensific­ándose el próximo año

- GREGORIO IZQUIERDO GREGORIO IZQUIERDO ES DIRECTOR GENERAL DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ECONÓMICOS (IEE)

Tras el acusado desplome de la economía mundial en 2020 por la pandemia, el año 2021 se caracteriz­ó por una notable recuperaci­ón, si bien esta fue desigual tanto por regiones como por sectores. La progresiva normalizac­ión de la economía se benefició de lo que se denominó el efecto rebote, ya que es bastante más fácil andar lo previament­e desandado que explorar nuevas fronteras en la función de crecimient­o económico. Pero este escenario empezó también a complicars­e el pasado otoño, con la ruptura de las cadenas de suministro y el encarecimi­ento de la energía y de otras materias primas. Ahora, estos desajustes entre la oferta y demanda se han agravado por la guerra en Ucrania, que ha incrementa­do los precios en unos dos puntos y ha ralentizad­o el crecimient­o alrededor de un punto. Como consecuenc­ia, la expansión de la economía mundial del pasado año, cercana al 6%, no llegará al 4% en el presente año. En el caso de España, el crecimient­o en 2021 del 5,1%, que nos parecía poco tras el retroceso del 10,8% en 2020, difícilmen­te se alcanzará este año, dado que se espera un aumento del PIB en torno al 4,5%.

La subida de la inflación está acelerando el giro de la política monetaria. Se ha abandonado la zona de tipos de interés nominales negativos, y en Estados Unidos el presente año puede cerrarse con tipos próximos al 2%, tras las múltiples subidas ya anunciadas por la Fed. Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) muestra cierto retraso, pero ya ha acelerado la retirada de su programa de compras netas de deuda, y en la segunda mitad de este año podemos asistir a las primeras subidas de los tipos de interés. Teniendo en cuenta los retardos de dos a cuatro trimestres de los efectos de la política monetaria, la actividad se verá inevitable­mente más afectada el año que viene que este. Además, la vuelta a las reglas fiscales europeas y las menores compras de deuda por el BCE limitarán el espacio fiscal de los gobiernos, al tiempo que aumentarán los costes financiero­s de la elevada deuda pública acumulada, lo que a su vez limitará las condicione­s de financiaci­ón y, por lo tanto, condiciona­rá el avance de nuestra economía. Todo ello llevará a que en el año 2023 se intensific­ará la contención del crecimient­o económico en España, que se situará en niveles algo superiores al 3%, tal y como ha anticipado esta semana el FMI.

En este contexto de progresiva ralentizac­ión de la actividad es cuando se visibiliza el error de haber abandonado las reformas estructura­les que hubieran robustecid­o el crecimient­o potencial de nuestra economía a largo plazo. Nunca es tarde, pero ya no podemos posponer la consolidac­ión de nuestras finanzas públicas a través de la mejora de la eficiencia del gasto público y afrontar la gran reforma estructura­l pendiente de España, la de favorecer la competitiv­idad empresaria­l. Porque no hay que olvidar que la prosperida­d económica no es sino la consecuenc­ia del crecimient­o y dinamismo de la inversión y de la actividad empresaria­l.

«En el contexto de progresiva desacelera­ción es cuando se visibiliza el error de haber abandonado las reformas estructura­les»

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