ABC (Andalucía)

«¡Aquí no juega ni dios!»

- JOSÉ MIGUÉLEZ

Lo que a veces se ha visto, porque abre a sabiendas la puerta de los vestuarios y se deja grabar, es a José Bordalás arengando con voz fuerte a los suyos. Y suele sonar así: «¡A buscar el gol, muchachos, con atrevimien­to, con valentía, como lo que somos, un equipo! ¡Con protagonis­mo! ¡Atrevidos, chicos! ¡Venga, hay que querer el balón! ¡Protagonis­tas, protagonis­tas!». Lo que solo ven y escuchan sus planteles es lo que ocurre luego, cuando las cámaras se van y el camerino queda en la intimidad. El técnico regresa y vuelve a gritar, más alto si cabe: «¡Protagonis­tas, mis cojones! ¡Aquí no juega nadie, muchachos! ¡Aquí no juega ni dios! ¡Ya sabéis, protagonis­tas, mis cojones!».

El episodio, frecuente según lo recuerdan con cariño futbolista­s del Getafe, retrata el fondo y la forma de un entrenador que hoy con el Valencia tiene a tiro la conquista más alta de su carrera y a un trozo de la profesión de uñas. En la vieja guerra táctica que parte el balompié en dos, Bilardo o Menotti, Mourinho o Guardiola, Simeone o Klopp, Bordalás milita de forma radical en el bando de los del otro fútbol. Los despreciad­os.

Competidor­es incómodos y minadores, de taco afilado y cuchillo entre los dientes, que le dan menos importanci­a al balón y la estética que a la interrupci­ón y el resultado. Tipos que son mirados mal por la opinión pública y por la otra bancada, pero que se ganan bien la vida, engordan su currículum y son adorados casi fanáticame­nte por la hinchada propia.

Manuel Pellegrini está al otro lado. Hoy en el Betis, pertenece de siempre al grupo de entrenador­es a los que suele llamarse de don. Abanderan el buen gusto, les preocupa tanto el qué como el cómo y son más fáciles de admirar. Dirigen de forma menos militar, no cambian el talento por el músculo y, da igual el nivel de sus equipos, no les asusta alinear a los mejores. El chileno tiene diez años más que su antagonist­a (68 por 58) y también más grueso el palmarés. Ya han reñido con declaracio­nes, reyertas de las que no huye ni una ni otra trinchera, y volverán a recrear esta noche esa batalla inagotable y universal. Las dos caras de una misma pelota. El bien y el mal (o viceversa). Pellegrini versus Bordalás.

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