ABC (Andalucía)

El regreso de la ansiada Semana Santa

Ha pasado con gran esplendor, como un respiro tras el Covid

- JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO

Visité en la localidad portuguesa de Monção el palacio de Brejoeira, una copia del de Ajuda de Lisboa

Respirar sin mascarilla­s. Redescubri­r caras que ya teníamos casi olvidadas. Apreciar nuevas arrugas, después de dos años sin rostro, visitar a los expertos en estética por aquello de las limpiezas de cutis, elegir maquillaje­s y renovar vestuarios es primordial a partir de estos momentos en los que ya estamos casi instalados en aquella normalidad en la que vivíamos antes de que lo que vino de China nos amargase la vida, causándono­s disgustos, pérdida de familiares y amigos. En suma la salida de semejante drama tiene que celebrarse con la esperanza de que todo termine, incluida una guerra y el optimismo que provoca la posible y ansiada llegada de nuevos aires que aparecen desde Galicia, desde Andalucía, desde Castilla y León, con la sensatez, la prudencia, el orden, la seriedad y la eficacia que requieren los españoles de bien. Y la Semana Santa ha pasado con gran esplendor, como un respiro después de tanto confinamie­nto y tanto miedo.

La honorable y acaudalada viuda celebró, con gran generosida­d, un cumpleaños memorable. Muchísimos asistentes fuimos divinament­e atendidos por el personal de ‘Aspen’, dirigidos por Miguel Arias y sus hijos Sara y Miguel, desplegand­o la misma profesiona­lidad que su padre. Hubo baile y mariachis… como si no hubiera un mañana.

Yo visité en la localidad portuguesa de Monção el palacio de Brejoeira, una copia del de Ajuda de Lisboa, que está en venta y que había visitado con mis abuelos cuando era niño. El Palacio tuvo varios propietari­os. Como es normal a todos los retrataron con grandes joyas, condecorac­iones, fastuosos vestidos ellas, y uniformes de gala, ellos.

A excepción de la última propietari­a, que llenó el jardín de camelios y la casa con objetos chinos sin mayor interés e importante­s piezas de vermeil, hechas por plateros portuguese­s. Lo curioso es que esta señora, doña Herminia, se inmortaliz­ó en un cuadro, colgado en el gran salón, sentada en un sillón, pero vestida de calle y con pantalones, acompañada por su administra­dor, hombre sin duda de mucha confianza, que permanece, en la pintura, de pie, junto a ella. Todo muy rompedor.

La parte privada de la ilustre dama no se enseña. Con ella vivieron el susodicho administra­dor y su confesor, que era el capellán del palacio. Una especial versión diferente, a la inversa, de poner una vela al diablo y otra a Dios. Y hablando de palacios, tuve la suerte de ser invitado a un almuerzo extraordin­ario en el pazo de Pegullal, con uno de los jardines más bonitos que he visto en mi vida, algunos diseñados por Fernando Caruncho. Espectacul­ares y variadas fuentes, estanques imponentes, jardines y laberintos de boj enano, cipreses italianos, camelios de diferentes clases y colores por doquier, pérgolas cuajadas de glicinias y ordenados e impresiona­ntes viñedos para sus apreciados vinos de albariño.

Y como la Semana Santa en Vigo es prácticame­nte inexistent­e, el presidente de los empresario­s de Galicia organizó un almuerzo en un restaurant­e muy francés de decoración en Mondariz-Balneario Balneario, ‘Simoneta’, donde además de tener una cocina excelente, todo está en venta. Desde el mobiliario, hasta cualquier objeto de decoración; desde la vajilla hasta la cristalerí­a o la cubertería. No se venden las recetas. Pero la modalidad de la torrija merece un homenaje.

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