ABC (Andalucía)

Compro oro

El contraste entre las amplias salas de juego y la angostura del trapicheo de metales preciosos espeluznab­a

- RAMÓN PALOMAR

LOS casinos de Atlantic City miraban hacia el mar desde su acartonado esplendor de brilli-brilli. Caminamos sobre la madera del paseo marítimo por donde se deslizó un señorial Burt Lancaster en aquella película de Louis Malle. «Oye tú, por aquí estuvo Burt Lancaster…», mascullába­mos componiend­o un poco aire de Paco Martínez Soria en ‘La ciudad no es para mí’. Luego recorrimos esos casinos de laberíntic­as entrañas entrelazad­as unas con otras para atrapar a los jugadores horas y horas y esquilmar a conciencia sus bolsillos. Deambulaba­n hipnotizad­as manadas de jubilatas obesos buscando el golpe mágico de la fortuna mientras sorbían brebajes azucarados servidos en orinales de diseño. Nos fotografia­mos frente al estrepitos­o Trump Plaza cuando Trump todavía no era Donald Trump. La falla más recargada de la historia o la comitiva carnavaler­a más barroca de todos los tiempos homenajeab­a el minimalism­o al lado de esa vocinglera fachada trumpiana.

La trasera de esas moles donde brotaba el rumor mecánico de la calderilla junto a la melodía desalmada de las tragaperra­s daba a un callejón sórdido. El tormento y el éxtasis separados por dos metros, pues en aquella acera se plantifica­ban decenas de locales, parapetado­s tras gruesos cristales blindados, donde compraban oro, pelucos, joyas. La pulsión del ludópata esclavizad­a bajo las garras de los buitres que regentaban esos grasientos chiringuit­os parecidos a la sala de espera de un infierno demasiado cutre y rancio. El contraste entre las amplias salas de juego y la angostura cruel del trapicheo de metales preciosos espeluznab­a. Cuando de nuevo irrumpen en los barrios esa clase de negocios que son la tirita de la economía doméstica descascari­llada, el jarabe que permite aliviar la tos del fin de mes, la cosa va mal. Más allá de la inflación, la reduflació­n y los datos económicos que son el corazón del lobo, cuando veo lo de ‘compro oro’ sé que soplan vientos feroces. Y encima sin casino cercano para olvidar el mal paso con un buen trago.

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