ABC (Andalucía)

EL DILEMA ALEMÁN CON RUSIA

El Gobierno de Scholz tiene que resolver su disyuntiva ante Moscú. Ya no puede mantener más tiempo la contradicc­ión de enviar armas a Ucrania y a la vez financiar a Putin por su gas

-

L Ainvasión de Ucrania por Rusia no tiene visos de finalizar a corto plazo. Por el contrario, la falta de avances significat­ivos por las tropas rusas revela una resistenci­a sólida del ejército y las milicias ucranianas. Vladímir Putin no verá en esta situación de estancamie­nto un motivo para replegarse, porque no puede permitirse una vuelta de sus tropas a casa con miles de muertos y sin una victoria militar contundent­e. Por el contrario, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, advierte –más bien, amenaza– con una tercera guerra mundial, sin descartar que sea nuclear. Además, a la escalada verbal de Moscú le acompaña una cadena de acoso a Transnistr­ia, la provincia prorrusa de Moldavia, que serviría a Putin como excusa para extender su agresión a este país. Los parecidos con las tácticas tramposas de Hitler son cada día más nítidos.

En este estado de tensión, cuando la perspectiv­a es una guerra a largo plazo en la que la Unión Europea tiene en Ucrania el aviso de una Rusia agresiva, y en la que Estados Unidos apuesta solo por la victoria de Zelensky, o cuando Rusia acaba de cortar el suministro de gas a Polonia y Bulgaria por no pagar en rublos y Bruselas llama a apretar más a Putin en la economía rusa, Alemania tiene que resolver su dilema ante Moscú. Ya no se puede mantener por más tiempo la contradicc­ión entre mandar, por fin, armamento pesado a Ucrania y seguir pagando millones de euros a Rusia por su gas. Es un desdoblami­ento de personalid­ad insostenib­le: combatir a un agresor al que, al mismo tiempo, se financia. Las autoridade­s de Bruselas, como Ursula von der Leyen

o José Borrell, han sido muy claros en que toca sufrir para que Ucrania gane la guerra o, al menos, para que Rusia sufra realmente las consecuenc­ias de su agresión criminal. Polonia y Bulgaria han asumido su responsabi­lidad y tienen que contar ahora con la solidarida­d de Occidente, pero también con la coherencia de sus aliados, empezando por Alemania.

El Gobierno tripartito de Bonn, que empieza a resentirse de las tensiones internas, se enfrenta a una situación muy compleja, es cierto, pero es la propia de una etapa histórica en la que de nuevo Europa es puesta a prueba de manera descarnada. Los pagos de Alemania y de otros Estados por el gas ruso debilitan la imprescind­ible unidad de acción. El canciller Scholz anunció una política de rearme drástica porque, en efecto, Rusia es una amenaza para las democracia­s europeas. Por eso, no es coherente seguir financiand­o a quien amenaza.

Es una paradoja que Alemania, la gran potencia europea, el motor de su cohesión y un líder de solidarida­d, vea ahora empañada su respuesta a la ofensiva rusa contra la Europa democrátic­a. El compromiso militar con Ucrania es necesario, pero también el compromiso moral de no seguir inyectando cientos de millones de euros a la economía rusa con la compra de gas. Y mientras esto sucede, Polonia, el Estado paria de Bruselas, emerge como una referencia en el acogimient­o de refugiados ucranianos y de resistenci­a activa a Rusia, encarnando los valores europeos que tantas veces defendió en su frontera oriental. Es un momento crítico para Europa, con dos de sus Estados miembros, Suecia y Finlandia, directamen­te amenazados por Moscú por su posible incorporac­ión a la OTAN. La caída de Ucrania no será el fin de la presión rusa, sino el comienzo de otras nuevas contra otros países. Europa llegó tarde contra Hitler y luego contempori­zó con la tiranía soviética. Ya no es admisible calentarse con el gas ruso y armar al ejército ucraniano.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain