ABC (Andalucía)

La noche negra de Rulli en Anfield

▶ El meta argentino, dubitativo todo el partido, erró en el primer gol local

- IVÁN MARTÍN

El ‘You’ll never walk alone’ retumbaba por encima del himno de la Champions porque era una noche especial en Anfield, un lugar histórico que, como el Bernabéu, juega un papel capital cuando su equipo se juega los cuartos en Europa. Pero entre el infierno local, un reducto no menos ruidoso de 3.000 hinchas del Villarreal tiñeron de amarillo el lateral izquierdo del fondo enfrentado a ‘The Kop’. Los del pequeño pueblo de Castellón no estaban solos; es más, el club había abonado el 50% del importe del viaje a su afición.

El partido comenzó y ni un alma se sentó en su butaca. En el centenario estadio del Liverpool, el fútbol se vive como antaño: de pie, siendo la grada un elemento más del juego. Entretanto, como en los primeros compases de la gesta de Múnich, el miedo escénico parecía invadir la psique de los de Emery, un elemento que el capitán, el gran defensa tardío Raúl Albiol, trató de paliar desde el inicio. Así, en el segundo 28, el valenciano fue al cruce y dedicó un duro pelotazo a la tribuna. El Villarreal debía sobrevivir desde la cordura y la confianza.

Sin embargo, la inquietud protagoniz­aba el fútbol de los amarillos. Parejo, maniatado por la presión local, no conseguía alimentar las carreras de Danjuma y Chukwueze. Y si la brújula del centro del campo amarillo no está calibrada, el Villarreal se convierte en un equipo menor.

El Liverpool atacaba en oleadas, las ocasiones sobre la meta del inestable Gerónimo Rulli eran manifiesta­s y el 10 parecía una consecuenc­ia más que lógica, pero inexplicab­lemente, los españoles aguantaban en el alambre.

Solamente Albiol, acompañado de su fiel escudero Pau, dotaban de un mínimo de calma a un equipo que no lograba superar su propio campo. El zaguero de 36 años sacó casi en línea de gol un mortífero centro de AlexanderA­rnold; tres minutos después desvió una volea de Mané cuyo destino era la meta de Rulli. Pero, a la vuelta de vestuarios, un vendaval llamado Liverpool no tardó en escribir en el marcador la superiorid­ad mostrada en el verde: en el minuto 53, un centro de Henderson se topó con la pierna izquierda de Estupiñán, el balón puso rumbo a la portería donde un descolocad­o Rulli solo pudo rozarla. 1-0. El gol relajó a Klopp, ese hombre que esconde sus malas pulgas en una perenne e inmensa sonrisa, y rebotó aún más a un Emery que veía como su idea de partido, similar a la que le hizo triunfar en Alemania, era solo una ilusión. Los cambios se sucedían en el cuadro visitante, pero la reacción era inexistent­e ante una máquina perfecta dirigida por el afán de su público, mientras que Villarreal vagaba en una incómoda mundanidad.

Asimismo, mientras los que vestían de rojo sacudían el área visitante, Rulli continuaba dudando, despejando al centro, saliendo a destiempo y errando en el juego de pies. El argentino, importante en otras noches europeas de gloria, vivía un calvario. Y en el segundo tanto, que llegó un minuto después del primero, el meta no pudo hacer nada cuando Mané aprovechó las dudas de Torres para batirle fácilmente en el mano a mano. El idilio del Villarreal en Champions parece haber terminado en Anfield, pero nunca entierren a un equipo que ya no tiene nada que perder.

Albiol, inexpugnab­le en el juego aéreo, fue la única nota positiva de un Villarreal que naufragó en Liverpool

Pau Torres fue el protagonis­ta negativo del 2-0 tras ser superado con facilidad por un Mo Salah que asistió a Mané

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