ABC (Andalucía)

Caballos lentos

Hemos metido al zorro de la secesión en el gallinero de los secretos de Estado y hemos puesto el prestigio del CNI a los pies de los caballos

- LUIS HERRERO

ESTOY firmemente convencido de que el guionista que ha convertido la política española en una trama a lo John le Carré está pasado de copas. La sinopsis del argumento es que aquí el espionaje de los teléfonos móviles campa a sus anchas sin que ningún servicio de inteligenc­ia pueda evitarlo. Nuestros agentes son como los caballos lentos que trabajan a las órdenes de Gary Oldman en la serie televisiva que adapta las novelas de Mick Herron. Desechos de tienta en la ciénaga del CNI. El encargado de publicitar el ‘spoiler’ (antes decíamos destripe) ha sido el ministro de la presidenci­a. Es la primera vez que se tiene noticia de algo parecido. Nunca antes un Gobierno había convocado una rueda de prensa para dar a conocer que las alas de nuestros ángeles guardianes, como las de Pegaso, la cabalgadur­a de Zeus, son solo mitológica­s. Estamos en manos de unos gorilas de discoteca, torpes y zafios, que no se enteran de nada. Eso es, al menos, lo que yo saqué en claro de la comparecen­cia de Bolaños el lunes pasado.

El giro de guion, según parece, responde a la necesidad de salvar de la quema a la ministra de Defensa, que se ha convertido en el blanco de todas las escopetas de la partida Frankenste­in. Para poder argumentar que los independen­tistas no han sido sometidos a ninguna clase de vigilancia ilegítima por parte del Estado español, el taumaturgo de La Moncloa se saca de la chistera el anuncio de que Margarita Robles no solo no ha inducido la conducta maliciosa que se le imputa, sino que ha sido una víctima más de la acción de los malvados. Igual que Pere Aragonès. Y lo que es peor: igual que el presidente del Gobierno. Los más avispados saben que el argumento es endeble porque se tenía constancia desde hace un año de la vulnerabil­idad de los teléfonos móviles de los ministros –de hecho el de González Laya fue vilmente hackeado– y nadie hizo nada por denunciar el hecho ante la Justicia. Si lo han hecho ahora solo ha sido por enmascarar el embrollo en medio de una rocamboles­ca cortina de humo.

Pero no ha servido de nada. Las escopetas de la izquierda siguen teniendo la testa de Robles en el punto de mira. Sus declaracio­nes públicas se atienen a lo que dicta el reglamento militar cuando un prisionero es interrogad­o por el enemigo. Solo se le permite decir nombre, rango y compañía. Margarita Robles, ministra de Defensa, miembro de la unidad encargada de salvaguard­ar el escrupulos­o respeto al Estado de derecho. Después de eso, todo sigue como estaba. Bueno, no. Han cambiado algunas cosas. Hemos metido al zorro de la secesión en el gallinero de los secretos de Estado, le hemos dado a Bildu estatus de salvavidas del Gobierno y hemos puesto el prestigio del CNI a los pies de los caballos. De los lentos, claro. Insisto: pincho de tortilla y caña a que el genio que ha escrito el guion de esta mamarracha­da de espías no pasa el control de alcoholemi­a.

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