El móvil del Gobierno
Salvo Podemos, que quiere tumbar a Robles antes de la cumbre de la OTAN, el Gobierno no sabe bien adónde va
Cuando Carlos Alsina le preguntó ayer en Onda Cero a la ministra portavoz qué les había hecho pensar que proclamar a los cuatro vientos que los teléfonos del presidente y la ministra de Defensa habían sido ‘hackeados’ contribuiría a la seguridad nacional, esta respondió que España es el cuarto país del mundo y el segundo de Europa que más garantías de ciberseguridad ofrece. También dijo que la denuncia era un acto de transparencia, la misma de la que carece el Gobierno cuando oculta los detalles de los viajes del presidente en su Falcon. Está claro que el problema del Gobierno son los móviles.
La gestión oficial de este asunto está siendo lamentable, pero ha conseguido ocultar el ambiente de desconcierto que empezó a despuntar hace unas semanas con la invasión de Ucrania. Salvo Podemos, que está determinado a tumbar a la titular de Defensa o a la jefa del CNI antes de la cumbre de la OTAN de junio, nadie sabe muy bien cuánta vida le queda a la coalición Frankenstein. Esta creación de Pablo Iglesias está resultando difícil de cabalgar por Yolanda Díaz. El desconcierto también se percibe en la actitud de resignación con que los socialistas encaran las elecciones andaluzas.
Y el espionaje oculta los errores de Teresa Ribera, vicepresidenta tercera, quien ha sido señalada por Bruselas por no haber enviado junto con Portugal su propuesta para limitar el precio del gas. Poco a poco van trascendiendo, además, las críticas de Argelia que consideran a Ribera un obstáculo para un entendimiento por su desprecio hacia los combustibles fósiles. Por último, tampoco ha alcanzado estado público que la cacareada reforma tributaria de María Jesús Montero, ministra de Hacienda, ha pasado a mejor vida. La actualización del Programa de Estabilidad enviada a Bruselas es clara al señalar que por el lado de los ingresos no se plantearán medidas adicionales. El hecho incontestable es que en el cajón del Ministerio de Hacienda duerme ya otro informe de expertos.
La economía pesa mucho en la decisión de perseverar con la legislatura. El 2021 terminó siendo un año con más ingresos públicos, más gasto público y algo menos de crecimiento de lo esperado. El déficit se redujo de manera espectacular, del 10% de 2020 hasta el 6,8%, mucho más allá de lo previsto (8,4%). Pero hay dos factores que han contribuido a maquillar las cuentas públicas: el fin de la pandemia y la llegada de la inflación. La recuperación hizo que los ingresos por IRPF mejoraran un 7,5% en 2021. Pero la inflación es la que hizo que el IVA se disparara casi el doble, un 14,5%. Pero estos efectos numéricos desaparecerán pronto y desnudarán una situación de menor crecimiento. Entonces se verá cuál era el verdadero móvil del Gobierno.
Sánchez, sin embargo, con su falta de escrúpulos, es precisamente el único político capaz de conjurar una situación así en la que su gobierno parece irse por el sumidero.