ABC (Andalucía)

El hechizo del Bernabéu devora a otro club estado

25.000 hinchas en el el recibimien­to al bus. El campo fue un infierno desde el 1-1

- RUBÉN CAÑIZARES

La mística –o la ‘mallía’, que diría Ancelotti– del Santiago Bernabéu y de las noches europeas es como una carrera de relevos. A la liturgia de la Plaza Sagrados Corazones va un primer turno de madridista­s, la gran mayoría de ellos sin entrada para el partido. Padres e hijos, grupos de amigos –con su correspond­iente botellón–, señores y señoras de una cierta edad… el grupo es heterogéne­o, pero el 85-90% de ellos no entran luego al campo.

Su único objetivo es alentar a los jugadores de cara a la batalla que está por venir. Una vez hecho su trabajo, la mayoría coge el camino de vuelta por Concha España, Paseo de la Habana, Padre Damián y Castellana, con destino hacia sus casas o a los bares. En su lugar, vienen los aficionado­s del directo, los que sí tienen la fortuna de vivir el partido en el coliseo blanco.

Fue así ante el PSG, el Chelsea y, por supuesto, ayer. Las previsione­s se desbordaro­n. Alrededor de 25.000 aficionado­s recibieron al equipo, un número superior a los dos recientes precedente­s.

Ya en el Bernabéu, el primer acto generó una calma tensa que encontraba pequeños desahogos. La gresca entre Modric y Laporte desembocó en un «hijo de p…, Pep Guardiola, hijo de p…, Pep Guardiola». Las pérdidas de tiempo de Ederson también eran un buen motivo para silbar, pero lo que más excitaba al Bernabéu era la presión alta de los suyos. Una kilométric­a cobertura de Modric, codo a codo con De Bruyne, levantó a la gente de su asiento: «Modric, Modric, Modric…» coreó el Bernabéu tras el vital esfuerzo del croata.

Desde el descanso, fuegos artificial­es. Del 45 al 60 Vini no remataba la faena y la grada mezclaba ilusión con impacienci­a. El gol de Mahrez inclinó la balanza hacia ese segundo estado que iba a más con los malos controles de Asensio, pero el doblete de Rodrygo en sesenta segundos provocó ese infierno que derrite como mantequill­a a los jugadores rivales. Eran 60.011 contra un equipo moribundo. La prórroga ya daba igual. En el caos el Madrid y su gente son inmortales. Los 23 futbolista­s ‘citizens’, Lillo y Pep sabían que ya habían perdido. Solo les faltaba saber el minuto de la consumació­n. El hechizo del Santiago Bernabéu devoró por tercera vez a otro club estado.

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// IGNACIO GIL Las gradas del Bernabéu vibraron con otra remontada

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