JD Vance, un pueblerino de Ohio rumbo al Senado de EE.UU.
Este joven republicano, surgido de la pobreza de la América profunda, ha ganado las primarias de su estado en una nueva demostración de que Trump –al que al principio Vance llamaba idiota– sigue siendo el rey
Tras la noche electoral del 8 de noviembre de 2016, el libro ‘Hillbilly, una elegía rural’ fue devorado por las élites progresistas de EE.UU. como un manual para entender la victoria de Donald Trump. Su autor, JD Vance, era un joven de Ohio que retrató la América blanca y pobre a la que pertenece su familia. Esa parte del país olvidada, despreciada y hundida todavía más con la globalización, que se volcó con Trump y que todavía no le ha dado la espalda.
Vance, que esquivó la pobreza y se graduó por la Universidad de Yale, escribió esas memorias mucho antes de esa cita electoral (el libro se publicó en junio de ese año). Pero el retrato resolvía en parte el misterio de aquel fenómeno: cómo un multimillonario neoyorquino, criado en las élites, que no había visto un tractor o una forja en su vida, un gigoló deslenguado, mujeriego e infiel, había seducido a la América del campo, de las fábricas oxidadas y del domingo dedicado a la Iglesia. El triunfo de Trump fue, de algún modo, el bofetón a las élites de una sociedad desesperada.
El éxito del libro catapultó a Vance como figura mediática, un ‘pepito grillo’ que descifraba esa realidad a los ‘progres’ de las costas. Ahora llevará su mensaje más allá de los medios: Vance se ha impuesto en las primarias republicanas para el puesto de senador por Ohio, celebradas este martes. Con el creciente peso republicano en el estado –sobre todo, tras la llegada de Trump–, es muy probable que en las elecciones legislativas de este otoño se convierta en senador. Será, a sus 37 años, el segundo más joven de la Cámara Alta.
Para lograrlo, Vance ha tenido que cambiar de chaqueta. Ya lo hizo, con su propio esfuerzo, cuando pasó de ser un chaval de Middletown (Ohio) destinado a trabajar de cajero a inversor tecnológico. El que fuera su jefe en Silicon Valley, el multimillonario Peter Thiel, impulsó su campaña con una donación de diez millones de dólares el año pasado. Pero la metamorfosis clave para su éxito político ha tenido que ver con Trump. Vance fue un crítico acérrimo del expresidente en la campaña de 2016. Le llamó «idiota», «reprobable». Calificó su mensaje de «heroína cultural» –su madre vivió enganchada a la droga, tuvo que criarse con otros miembros de la familia–, que ofrece «una escapatoria fácil al dolor».
Vance, que defiende el modelo económico populista que Trump prometió pero no cumplió –criticó con fuerza su reforma fiscal, por ejemplo–, ha tenido que comerse esas palabras. En la campaña tenía enfrente a republicanos que pugnaban por ser más ‘trumpistas’ que Trump. Reconoció que solo podía ganar si abrazaba esa fe. Expió sus pecados en Mar-a-Lago, la mansión del expresidente. Borró los tuits en los que le despellejaba. Defendió que su mandato como presidente le había convencido. Endureció su discurso político, basado en la guerra cultural ‘anti woke’ y el proteccionismo económico.
Trump, con tremendo olfato político, le brindó su apoyo el mes pasado, cuando Vance iba por detrás en las encuestas. Entre el músculo económico de Thiel y el favor político de Trump, la campaña de Vance remontó. Su victoria es una nueva demostración de que el partido republicano es el partido de Trump. Queda por ver el desempeño de los candidatos que van bajo su ala en otras primarias, pero la demostración de fuerza con Vance es innegable. Trump sigue siendo el rey.
Cambio de rumbo Reconoció que solo podría ganar si se volvía más ‘trumpista’ que Trump y defiende el modelo populista que este defendió pero no cumplió