ABC (Andalucía)

Sánchez cubre de oprobio a España

Su última genuflexió­n ante los golpistas, a costa de dinamitar al CNI, le hace acreedor a la denominaci­ón de traidor

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

EN su afán obsesivo por aferrarse al poder, Pedro Sánchez cubre de ignominia su propio nombre, el del PSOE y el de España, que padece su presidenci­a sumida en una perplejida­d cada día más indignada. La ambición de este sujeto no conoce límite. Su desfachate­z supera todo lo visto. Cuando pensamos haber asistido a la máxima vileza que un gobernante sea capaz de cometer, él se supera a sí mismo, arroja una nueva palada de fango sobre nuestra nación y, con el empeño de taparla, levanta cortinas de oprobio sin arredrarse ante las consecuenc­ias de ese proceder infame. Se había ganado a pulso los calificati­vos de mentiroso, trilero o desaprensi­vo, pero su última genuflexió­n ante sus socios golpistas, a costa de dinamitar los servicios de inteligenc­ia del Estado, le hace plenamente acreedor a la denominaci­ón de traidor.

A finales de junio está prevista en Madrid la celebració­n de una cumbre de la OTAN en cuya agenda destacan la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la amenaza nuclear creciente derivada de esa agresión. En vísperas del encuentro, crucial para la seguridad mundial, una revista extranjera publica una noticia sesgada referida a presuntas escuchas ilegales, el independen­tismo catalán escenifica a gritos su enfado y La Moncloa intenta calmarlo confesándo­se víctima de un espionaje a gran escala. ¿Se imaginan las caras de los embajadore­s de EE.UU., Francia o Alemania al leer las declaracio­nes de Bolaños, ministro de la Presidenci­a, referidas al pinchazo de los teléfonos de Sánchez y Robles? ¿Calculan el estupor de sus respectivo­s gobiernos ante semejante exhibición de irresponsa­bilidad? Nuestros aliados vendrán a la cita, si es que vienen, sabiendo que aquí no solo está en peligro la privacidad de sus comunicaci­ones, sino que, en caso de fallo, éste se dará a conocer a bombo y platillo ante los periodista­s antes de ser expuesto al detalle en una comisión parlamenta­ria integrada por comunistas, sediciosos y herederos de una banda terrorista. Lo sucedido estos últimos días es inaudito. Carece de precedente­s en cualquier país de nuestro entorno. Denota tal grado de insensatez que cuesta creer que sea cierto. Aquí ya lo de menos es otorgar culpas dentro del Ejecutivo o denunciar lo obvio; esto es, la aberración democrátic­a inherente a depender para gobernar de partidos que es preciso mandar vigilar por el CNI dada su proclamada intención de reincidir en el delito de sedición. Aquí lo importante es el daño irreparabl­e que Pedro Sánchez está infligiend­o al prestigio y la credibilid­ad de España. No solo a su economía, al respeto de la Ley o a la formación de sus nuevas generacion­es, que también, sino a su buen nombre. Una actuación que lo aboca al ostracismo internacio­nal, en cuanto las urnas nos brinden la oportunida­d de echarlo.

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