ABC (Andalucía)

Estar muerto

La gente que no entiende al Madrid no es porque vea poco fútbol sino porque no va nunca a misa

- SALVADOR SOSTRES

APARTAMOS a Dios de nuestra vida, lo borramos de las aulas y luego gritamos por la tele o por la radio que son inexplicab­les las remontadas del Real Madrid. No son inexplicab­les. La explicació­n siempre estuvo ahí aunque vivamos como si no existiera. El Madrid es lo que hay de eterno no en el fútbol sino en nosotros. El Madrid es nuestra parte trascenden­te aunque seamos de otro equipo. Es la parábola que tensa Dios, que siempre narra en el alambre porque es donde temblamos y creemos; es el reflejo de su inmortalid­ad en nuestras vidas de imperfecci­ón, todavía más imperfecta­s en las últimas décadas por la laicidad, la afectación igualitari­a y los sucedáneos buenistas con que jugamos a sentirnos dioses de la sustitució­n y nos alejamos del milagro y la maravilla. La gente que no entiende al Madrid no es porque vea poco fútbol sino porque no va nunca a misa. Si las remontadas llegan tarde es porque el descuento es el tiempo de Dios y nos deja los 90 minutos para que ardamos en la adoración de falsos ídolos, de impostados estratagem­as con que pretendemo­s suplantar la Gracia y que necesitan partido de ida y vuelta para enfrentars­e a su mediocrida­d, a su falsedad, a su impotencia ante lo verdadero. Los 179 minutos que el Madrid fue por detrás en la eliminator­ia fueron el rodeo de Dios para que entendiéra­mos lo que quería explicarno­s. Dejó que Guardiola se atragantar­a con monosílabo­s, que ofreciera el repertorio completo de sus posturitas en la banda. Dejó que el independen­tismo radiofónic­o se hundiera un poco más en su tercermund­ismo tribal y que los hechiceros enloquecid­os sangraran hasta la última gota de la gallina. Dejó que sonara Imagine, que Laporta acabara de regalar las entradas que le quedaban para la final femenina que es a lo que ahora jugamos, que Puigdemont presentara su último teléfono pinchado y entonces, sólo entonces, cuando todas las mentiras habían sido dichas, cuando toda la arrogancia había sido desplegada, cuando los mercaderes de baratijas más alardeaban de que Dios no existía, o que al fin nos había abandonado, tomó la misma escalera con la que en abril desenclavó a su Hijo y subió a Rodrygo para que el Madrid resucitara y con él, en él y por él la esperanza sobre la Tierra. Esto es el Madrid. No entenderlo es estar muerto.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain