ABC (Andalucía)

Van der Poel ilumina la carrera con la ‘maglia’ rosa

- J. C. CARABIAS

El Giro está en Hungría, pero aquello parece Italia. En lícita búsqueda de financiaci­ón y euros por encima de banderas y fronteras, la carrera se adentra en el país magiar y no pierde su esencia. Hungría es rosa, pues rosas son los globos que inundan sus pueblos y el humo de las bengalas o los tractores que asoman en los campos de labranza. Es rosa como el maillot que ya luce Mathieu Van der Poel, el fenómeno holandés que honra cualquier carrera con su presencia y su categoría.

En la meta de Visegrad, después de superar una colina de cinco kilómetros que elimina a los velocistas puros (Cavendish, Demare), sonríe Van der Poel. El nieto de Populidor ha vuelto a ganar, un estado natural en su trayectori­a que lo catapulta como uno de los mejores reclamos, si no el mejor, para una prueba ciclista. Es el paradigma de la ambición y la clase, alma de campeón que no aspira a ganar el Giro sino a proporcion­ar espectácul­o, ser protagonis­ta y mostrar a sus patrocinad­ores de estrella. El holandés influye con su actitud en todas las carreras que disputa. También en el Giro.

En la rampa acelera el Alpecin de Van der Poel, un segunda división invitado a todas las grandes por tener semejante figura, ataca Naesen (del AG2R), aprieta Ineos porque Carapaz no quiere sorpresas, y en la alineación de gestos se asocia el equipo de Biniam Girmay, el africano que ha deslumbrad­o en la primavera (ganó la clásica Gante-Wevelgem). Alejandro Valverde dimite.

A la hora de la verdad, la potencia de Van der Poel en la cuesta es incontenib­le. Pura fuerza y velocidad para superar a Girmay, descolocar a Caleb Ewan (que hace el afiliador y cae) e iluminar el Giro con la primera ‘maglia’ rosa. Tercero es Pello Bilbao, el tapado español especialis­ta en el Giro que puede hacerlo muy bien otra vez.

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// REUTERS Van der Poel

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