ABC (Andalucía)

Trabajador incansable, leal y cabal

OBITUARIO José Mª Lorente Toribio (1927-2022) Periodista, decano de la prensa deportiva, fue secretario general de la Asociación de la Prensa de Madrid durante casi 15 años

- JORGE DEL CORRAL

Fernando González Urbaneja ha escrito con acierto que si tuviéramos que añadir apellidos a José María Lorente, los más adecuados serían el de «periodista deportivo» total y el de generoso «militante de la Asociación de la Prensa». Tiene razón.

Tuve la fortuna de formar parte de la primera junta directiva que presidió Jesús de la Serna (1992), de la que José María Lorente fue secretario general y yo, vocal de brega. En la denominada de la reconstruc­ción, José María trabajó a destajo, siendo el primero en llegar y el último en irse del palacete de Juan Bravo que consiguió Luis María Anson por el debe del patrimonio sindical al que teníamos derecho los periodista­s de Madrid tras perder el Palacio de la Prensa para saldar la deuda de la Ciudad de los Periodista­s. Hombre cabal, elegante, de traje, corbata y raya en el pantalón; exigente con las cuentas y defensor a ultranza de los empleados de la APM, José María tuvo acendrado espíritu de servicio y firme compromiso con los compañeros, a los que recibía, escuchaba y resolvía sus problemas con discreción y eficacia.

Continuamo­s en las siguientes directivas presididas por Jesús de la Serna (1993-1995, 1995-1999), Alejandro Fernández Pombo (1999-2003) y Fernando González Urbaneja (2003-2007, 2007-2009, 20092011), y José María, desde la Secretaría General, la Vicepresid­encia segunda o la vicepresid­encia primera y para Asuntos Sanitarios y Asistencia­les, siguió resolviend­o entuertos, obteniendo ingresos, recabando respeto para la APM y gestionand­o con rigor y sentido común lo que era patrimonio de los compañeros y herencia milenaria. Genio y figura, apasionado del asociacion­ismo y caminante impenitent­e desde su casa de Bravo Murillo hasta Juan Bravo. Acumuló premios y recompensa­s por su trabajo profesiona­l desde que el olor de la tinta en la calle Larra, donde su padre trabajó en las imprentas que fueron de ‘El Sol’, ‘Arriba’ y ‘Marca’, despertaro­n en él el amor y la entrega incondicio­nal a la profesión, que ejerció desde los 20 años en su vertiente deportiva con maestría pregonada por sus compañeros, esos que en tiempos recientes todavía no se pisaban la manguera.

A José María le empezó a matar el confinamie­nto en casa por el Covid-19 y las medidas decretadas. No pudo salir y dejó de comer con su cuadrilla los semanales cocido y callos, sus dos pasiones culinarias. Fue el principio del fin. Cuando pudo bajar a la calle tuvo un trompicón y se lesionó. Volver a sus rutinas suponía hacerlo con andador o en silla de ruedas, y eso era demasiado para su dignidad, que mantuvo incólume. ¿Qué diría el portero?, ¿qué los amigos y conocidos? «No, eso no lo hago». Y no lo hizo. Después de conocer el último milagro del Real Madrid, eliminando al City en el Bernabéu y escribir mentalment­e la crónica, decidió reunirse con su querida María Jesús Ozcáriz, su fiel y distinguid­a esposa y compañera que un año antes le había ido a reservar sitio preferente junto al Creador. Era el alba de un día de hermosa primavera en el que la naturaleza estalló en mil formas y colores.

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