ABC (Andalucía)

LA BRAVURA DE LA QUINTA, EN EL CARTEL DE MÁS EXPECTACIÓ­N DE SAN ISIDRO

- Por ANDRÉS AMORÓS

Morante de la Puebla, El Juli y Pablo Aguado han desatado la pasión entre los aficionado­s al tener el gesto de anunciarse con los famosos santacolom­as el próximo miércoles en la vuelta de la feria taurina más importante. El ganadero nos abre las puertas de su finca para enseñar sus toros, con los que se colgará el ‘No hay billetes’

Un sol radiante ilumina la belleza del campo cordobés, pero una suave brisa templa su calor. Al fondo, relucen los naranjos. Si no fuera por una torre eléctrica, no sabríamos en qué siglo estamos, podría ser una estampa bucólica de Virgilio. Delante de nosotros, muy cerca, ocho hermosos animales; algunos, tumbados sobre la alfombra verde: inmóviles, solemnes, parecen estatuas clásicas. Nos miran como si nos conocieran de toda la vida. De vez en cuando, alguno mueve un poco la cabeza o se rasca contra las ramas de un acebuche. Desde el coche, con la ventanilla bajada, dispara su objetivo Manuel Gómez, el fotógrafo de ABC. Luego, con la venia de nuestro guía, sale del coche y se arrodilla, sobre la hierba, para lograr una mejor perspectiv­a. Los toros no se inmutan. Parecen tan pacíficos como un animal doméstico pero son reses de la ganadería de La Quinta, con bien ganada fama de bravura. Estos ocho son los reseñados para que los lidien en Las Ventas, el miércoles 11 de mayo, Morante de la Puebla, El Juli y Pablo Aguado: una corrida que ha levantado máxima expectació­n, porque no es habitual que primeras figuras se enfrenten a toros de este tipo.

En poco más de una hora de automóvil hemos venido desde Sevilla hasta el Cortijo de la Higuera, en el valle medio del Guadalquiv­ir, al lado de Hornachuel­os, la localidad famosa, en la literatura, porque allí se desarrolla­n obras de Vélez de Guevara (‘Los novios de Hornachuel­os’) y el duque de Rivas

(‘Don Álvaro o la fuerza del sino’). Aquí tiene sus animales de saca (los que van a ser lidiados) la ganadería de La Quinta.

Muchos aficionado­s reverencia­n esta ganadería porque conserva el encaste Santa Coloma: toros no muy grandes, armónicos, de piel fina, ojos grandes y saltones, cornamenta no muy desarrolla­da, papada muy marcada y cola fina. Abundan los cárdenos, típicos de esta casa; también, los entrepelad­os, con alguna mancha blanca. Una auténtica belleza.

La ganadería de La Quinta la fundó, en 1987, Álvaro Martínez-Conradi, agricultor y rejoneador, con sementales de Joaquín Buendía, puro Santa Coloma. Su divisa es encarnada y amarilla; el hierro, una C rodeada por otra C con aspas, en recuerdo de Carlos Conradi, un antepasado, ganadero, de mediados del XIX. Con toros del encaste Santa Coloma triunfaron grandes maestros. Ahora mismo, las primeras figuras suelen preferir el encaste Domecq, más suave. Los de Santa Coloma exigen un lidiador que los conozca bien: suelen ser muy bravos pero, si no los dominas, se te pueden ‘subir a las barbas’.

Una corrida cinqueña

Hablamos de la próxima cita madrileña con Álvaro Martínez-Conradi hijo. Al torear la corrida de San Isidro tres primeras figuras, ¿habrá sido escogida de modo especial? Lo niega tajantemen­te el ganadero: «Lidiaremos la corrida que habíamos elegido desde el principio, independie­ntemente del cartel de toreros. Son toros cinqueños, serios, como exige Madrid, pero con nuestra identidad. La corrida va abierta de sementales: de los ocho toros, sólo tres son hermanos, hijos de un semental que nos está dando mucha regularida­d».

Las primeras figuras no suelen lidiar estos toros: «Están en su derecho. Eligen las reses con las que creen que pueden lucirse más. Eso no nos obsesiona, ni los buscamos, pero agradecemo­s gestos como el de Morante, que está abriendo ahora el abanico de lo que torea. Él no nos ha exigido nada. Mandó a su veedor, en el invierno, a ver los toros: le gustaron y dijo a los empresario­s de Madrid que quería torearlos. Lo ha decidido con la naturalida­d de un artista. Su gesto ha animado a los otros toreros. Apuntarse a toros como éstos puede servir para que los diestros más capaces marquen las diferencia­s».

No hace falta ser un gran entendido para ver la singularid­ad de estas reses: «Son diferentes: tienen un sello, un carácter, una personalid­ad. Eso es lo que nosotros vendemos: un espectácul­o diferente. Respetamos a los que siguen otros caminos pero defendemos que tiene que haber distintos tipos de toros: sin eso, las corridas acabarían siendo monótonas, repetitiva­s». La bravura del encaste Santa Coloma tiene también sus riesgos: puede degenerar en genio. El ganadero los defiende, está enamorado de este tipo de toro: «Crean emoción, espectácul­o. Y, si se les da la lidia justa, responden. Lo que menos nos gusta a nosotros es el toro dormido, el que no dice nada».

Nos bamboleamo­s, en el coche, al subir y bajar pequeñas cuestas, eligiendo la mejor perspectiv­a, para el fotógrafo. Los toros no se inmutan: «Están acostumbra­dos a ver gente: los mayorales, los veedores... Estos toros están ahora supertranq­uilos. Se pegaron mucho en el invierno, en noviembre y diciembre; ahora, ya no. ¿Por qué lo hacen? No se sabe. Tienen épocas. Apartamos a los ocho de la

Variedad de encastes

«AGRADECEMO­S GESTOS COMO EL DE MORANTE, QUE ESTÁ ABRIENDO AHORA EL ABANICO DE LO QUE TOREA», DICE ÁLVARO MARTÍNEZ-CONRADI

corrida precisamen­te para que se hermanen más».

De vez en cuando, Álvaro da un pequeño grito, para que nos miren de frente: «Se nota que se fijan en ti porque echan las orejas para atrás». Impresiona ver su expresión seria, los rizos blancos de la frente. Nos llama la atención sobre alguno: «Ése es el clásico de aquí. Fijaos en ese grupo de tres, ¡qué belleza! Podéis bajar del coche ahora, con cuidado». Así lo hacemos, con todo el miedo del mundo, pero los toros siguen a lo suyo. De pronto, vemos una escena insólita, cuando un toro se acerca a otro: «Le está lamiendo, juegan, son amigos».

Igual que sucede con los vinos, en la ganadería, el resultado es diferente, cada año: «La camada de este año es muy buena. Son serios pero armónicos. Para ver bien las hechuras, no hay que fijarse sólo en los pitones, sino en todo el cuerpo. Los toros han de inspirar respeto». Añade una broma: «Lógicament­e, nos llaman la atención primero los más bonitos, pero los feos –hombres o toros– también tienen derecho a ligar...» Como estos toros no son grandes, han tenido problemas, a veces, para lidiarse en algunas plazas de primera categoría. El ganadero cree que es un error: «Hay que respetar el tipo de cada ganadería. No es lo mismo un caballo árabe que uno inglés. Nosotros no lo hemos cambiado, en lo esencial».

La labor del ganadero de toros bravos es hermosa pero difícil: «El campo es muy sacrificad­o, te ha de gustar mucho. La bravura del animal se basa en tres pilares: la selección, la alimentaci­ón y el manejo, que da muchísimo trabajo y muchos sinsabores. Tenemos cerca de 900 animales, incluidas 250 vacas y unos 20 sementales. Tienes que estar muy encima, continuame­nte surgen problemas y hay que reaccionar con gran rapidez: los toros se pegan, enferman... Debes buscar soluciones urgentes. Es una tarea muy personal».

Las peleas

Dejamos la corrida de Madrid y pasamos a ver el resto de la camada. Detiene el coche en la parte baja de una ladera: desde allí, el perfil de los toros se dibuja en lo alto de la colina, como si fuera una película de John Ford, una estampa espectacul­ar. Luego, los mayorales meten los toros en la corredera y vienen galopando hacia nosotros, algo que impresiona: «Suelen tomar la misma ‘verea’. Es bueno que se muevan: así, ganan músculo y, también, se pelean menos. Quizá se pelean por aburrimien­to». Y, añade, con picardía: «Igual que algunos políticos...»

El Covid ha afectado mucho a este sector ganadero: «Hemos estado casi dos años sin lidiar; a la vez, la cadena de producción del toro bravo no se podía cortar. Dicho claramente: nos hemos comido con papas el producto final. Pero quiero dar también un mensaje de optimismo: esta pandemia nos ha servido para ilusionarn­os todavía más con la ganadería, también la hemos renovado. Yo advierto ahora un nuevo deseo de ver toros, incluso en pueblos donde existía poca tradición taurina».

Al mover a las reses, ha quedado abierto uno de los portillos. Se lo advertimos al ganadero pero él nos tranquiliz­a: «No os preocupéis, ningún toro se va a ir. ¿Dónde va a estar mejor tratado que aquí?» Tiene razón. ¿Qué diría un animalista de salón, si le escuchara?

Volvemos a la corrida de Madrid, el 11 de mayo, que matarán tres figuras, Morante, El Juli y Pablo Aguado. Estos toros, que hemos visto tan hermosos y tan pacíficos, ¿qué juego darán, en Las Ventas? «Es imposible saberlo. Ser ganadero de bravo es la profesión en la que resulta más fácil hacer el ridículo, si no eres muy prudente, al hablar, pero confiamos en que propicien una gran tarde de toros».

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Arriba, la belleza de varios de los toros que se lidiarán el 11 de mayo en Las Ventas en el cuarto festejo de San Isidro. A la derecha, el ganadero Álvaro Martínez-Conradi en su finca de Hornachuel­os
// MANUEL GÓMEZ LA BELLA ESTAMPA DEL TORO BRAVO Arriba, la belleza de varios de los toros que se lidiarán el 11 de mayo en Las Ventas en el cuarto festejo de San Isidro. A la derecha, el ganadero Álvaro Martínez-Conradi en su finca de Hornachuel­os
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