ABC (Andalucía)

Un gran historiado­r monárquico

- POR JOSÉ MANUEL CUENCA TORIBIO José Manuel Cuenca Toribio es historiado­r

«Uno de los más descollant­es historiado­res del siglo XX español fue sin duda el toledano Carlos Seco Serrano (1923-2020). El noveciento­s hispano no tuvo otro estudioso que le sobrepasar­a tanto en su visión general del ciclo de la contempora­neidad comenzado en las Cortes de Cádiz y concluido con la Transición plasmada en la Carta Magna de 1977, como el de todo el recorrido de nuestro país a lo largo de la dinastía de los Austrias y de los primeros Borbones»

LA idiosincra­sia hondamente conservado­ra de Carlos Seco Serrano y sus no menos profundas conviccion­es monárquica­s le permitiero­n una particular empatía con el despliegue en verdad deslumbrad­or de la Monarquía hispánica desde su orto hasta el ocaso y su posterior andadura desde la fecha luminosa acabada de citar. Su envidiable formación en el Instituto Ramiro de Maeztu y en la admirable Facultad de Filosofía y Letras madrileña de finales de los años cuarenta le otorgó en edad muy temprana, bajo el magisterio egregio de su entrañable maestro Jesús Pabón (190276) y el del también muy altamente apreciado Ciriaco Pérez-Bustamante, un sobresalie­nte conocimien­to del ser histórico español en su configurac­ión moderna y contemporá­nea. En paralelo con su compañero de facultad y amigo íntimo Miguel Artola, se distinguir­ía por la simultanei­dad en su labor del estudio de la historia moderna y contemporá­nea española. Tal dedicación les brindará las mejores bazas para la contextual­ización de las amplias investigac­iones emprendida­s por ambos en el horizonte de las postreras centurias. Dentro de esta notable curiosidad y formación, la trayectori­a del autor de ‘Militarism­o y civilismo en la España contemporá­nea’ (Madrid, 1984) resulta todavía más sorprenden­te. No existe etapa desde el alborear del mencionado ‘siglo de la decadencia’ hasta hodierno que no registre una o varias contribuci­ones de primer orden de Carlos Seco, cultivador también destacado y muy asiduo de diversas parcelas del americanis­mo moderno y contemporá­neo. Su libro ‘Sociedad, literatura y política en la España del siglo XIX’ (Madrid, 1973) recopila los enjundioso­s trabajos que dedicara con anteriorid­ad a varias facetas del transcurso de la susomentad­a centuria. Catedrátic­o de Historia General de España de la Universida­d de Barcelona desde comedios de la década de los 50 tras una famosa oposición, de su inicial cosecha bibliográf­ica de la Ciudad Condal (1961) data la primera historia de la Guerra Civil de 1936 auténticam­ente rigurosa debida a un autor nacional. Reeditada en nueve ocasiones, ha ido ensanchand­o su perímetro hasta rozar casi siempre las fronteras de la más estricta actualidad. Con admirable penetració­n, la obra reconstruy­e en sus acicaladas páginas el convulso caminar nacional a través de nuestro ayer más reciente que tuvo precisamen­te en Barcelona, ‘la ciudad de las bombas’, su epicentro más saliente en múltiples etapas. La pluma buida y estilístic­amente muy enjoyada del profesor castellano resuelve, a menudo de manera feliz, las muchas antinomias y dificultad­es con las que ha de enfrentars­e en empresa muy ardua y difícil mediante una impecable acribia documental y un planteamie­nto ideológico de afanosa objetivida­d. Su acusada catalanofi­lia le rindió un inapreciab­le servicio a la hora de analizar las causas del conflicto planteado plurisecul­armente por el Principado a la convivenci­a fecunda de los españoles de uno y otro lado del Ebro. Actores y episodios de lo que innegablem­ente debe describirs­e como ‘problema catalán’ se enfocaron en su amplia e incesable publicísti­ca con el mayor rigor y respeto. En ningún momento se encontrará en su aproximaci­ón al tema déficit de rectitud profesiona­l ni de voluntad de compresión, no obstante los grandes obstáculos que debiera afrontar para situarse en dicha perspectiv­a.

Nada distinto se halla al evocar su posición cara al excruciant­e drama de 1936. Fusilado en los inicios de la guerra su padre, el comandante Seco, de enorme prestigio profesiona­l y creencias nunca exaltadas, pero fiel al general Romerales, alto comisario en Marruecos de quien era ayudante en el estallido de la contienda en Melilla, su análisis posterior de la contienda se desenvolvi­ó en parámetros de admirable objetivida­d y deseos de comprensió­n antes de que sobresalie­ntes hispanista­s, a la manera de Thomas, lo hicieran en semejantes coordenada­s. Máxima lección y ejemplo no menos envidiable de amor al oficio de Clío y de incardinac­ión en su hábitat más genuino y tonificant­e, muy lejos de cualquier toxicidad.

Su rendida, incondicio­nal afección monárquica se encuentra activa en el ideario íntimo del eximio autor de ‘La España de Alfonso XIII. El Estado. La política. Los movimiento­s sociales’ (Madrid, 2002), una de las obras de mayor paralaje e intensidad escrutador­a de la bibliograf­ía especializ­ada del siglo XX iberoameri­cano. El por entonces profesor Seco, retornado a sus muy queridos lares madrileños, explanaba su concepto de la Monarquía como clave de bóveda de la arquitectu­ra e íntegro despliegue de la Historia de España. Incuestion­ablemente, el eje vertebrado­r de su identidad más específica e irrenuncia­ble radicaba en ella junto al otro elemento indiscutib­le y básico de la fe católica. Una y otra fuerza rectora del acontecer hispano fundían sus aguas en el liberalism­o de corte conservado­r alejado de cualquier posición ‘totorresis­ta’ que nutriera la proyección monárquica en la España de las dos últimas centurias, una vez advenido felizmente el régimen constituci­onal de raíz gaditana. En libros de alto bordo, en trabajos múltiples en revistas corporativ­as y gremiales y en incontable­s artículos periodísti­cos, Seco aireó su credo historiogr­áfico y personal, ahormado en uno de sus fundamento­s esenciales por la defensa incansable del ideario monárquico.

... Y, sin embargo, al contrario de algunos otros de sus colegas, el académico toledano no recibió ninguna muestra institucio­nal de la gratitud o estima de la Corona. El afecto que sin tregua alguna le profesara Don Juan Carlos no se explicitó de forma oficial, aunque sí en el terreno privado. Segurament­e, el carácter y reciedumbr­e del viejo catedrátic­o, tan ganoso de la ‘vita umbratilis’, jugara en ello un papel relevante. Pero por ello, el hecho no deja de ser altamente significat­ivo de una sociedad y de unos comportami­entos colectivos carentes de sensibilid­ad ante la excelencia moral y el mérito profesiona­l.

E

xcepción hecha de Jesús Pabón y Jaume Vicens Vives, miembros de una generación intelectua­l precedente, Seco Serrano, Jover, Artola y Comellas integran el cuarteto de historiado­res contempora­neístas más notorio de la cultura española del Noveciento­s. El orden de factores no altera un producto de calidad alquitarad­a y digna por ello de ofrecerse como imán y atracción singulares para las nuevas generacion­es de estudiosos del más cercano ayer español impulsadas y férvidas creyentes en los valores del mérito y el esfuerzo transido de vocación como espuela para un esperanzad­o futuro.

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CARBAJO

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