ABC (Andalucía)

Espíenme, por favor

Aquí, si no te espían, no eres absolutame­nte nadie

- ANTONIO BURGOS

CASI he soltado la carcajada cuando he leído que el presidente de la Junta de Andalucía, o sea, mi presidente, Juanma Moreno Bonilla, ha dado su teléfono móvil al departamen­to correspond­iente de tecnología de la autonomía para ver si había sido espiado. Tanto es así, que estoy por llamar al Gabinete de Presidenci­a de la Junta para preguntar el teléfono de ese organismo de manitas de la informátic­a para rogarles que admitan que les envíe mi móvil, un Samsumg antigüito, bastante superado en versiones posteriore­s, pero que a mí me da el avío, y que lo revisen a fondo para ver si he sido objeto de espionaje por el CNI o por la CNN o por la CBS, o por la vecina del sexto, que es muy fisgona y si puede pega la oreja cuando oye que estás hablando por las que al comienzo se llamaron con el genérico de «motorolas». Cuando también espiaban en ellas a los ministros que iban a los toros camino de Sevilla, Pacó, Pacó, Pacó, y llamaban «dios» al presidente del Gobierno, a la sazón Felipe González.

Con el gesto de Juanma haciendo que examinen su teléfono he llegado a la conclusión de que en España, si no te espían, no eres nadie. En el escándalo de Margarita Robles y el guillotine­sco ofrecimien­to de cabeza de la directora del CNI hay mucho de postureo. «Yo no voy a ser menos que los separatist­as catalanes», parece que pensó Sánchez antes de dar a conocer que su teléfono había sido espiado, con detalle de hasta los megas que le habían bajado en la maniobra y los días en que lo habían hecho. Unos tantos y otros tan poco. Sánchez siendo espiado por tierra, mar y aire, y a Juanma Moreno parece que nadie le ha querido pinchar el teléfono. No hay derecho. Yo, como andaluz, quiero que mi presidente sea tan importante que en su teléfono tenga más pinchazos que estocadas en la Feria taurina de Sevilla. Me encantaría que del examen de su teléfono saliera que ha sido pinchado un montón de veces por ese programa Pegasus, que tiene nombre de camión o de autobús antiguo fabricado en España para gloria industrial del tardofranq­uismo, y que se estuvo montando hasta 1995, cuando pasó a ser Iveco. Aunque no sea el programa Pegasus, sino el Leyland, que también suena a autobús azul antiguo de la EMT de Madrid. Yo lo que quiero es pertenecer a algo cuyo presidente sea espiado, señal que tengo importanci­a en el mundo. Si no han espiado al presidente andaluz, me encantaría que hubieran espiado por lo menos al alcalde de Sevilla, o al concejal de mi barrio, o incluso al presidente de mi comunidad de vecinos, señal que pertenezco a algo que tiene mucha importanci­a.

Todo me hace recordar al gran Picoco, que como media España, cuando en el franquismo había aquella férrea censura en el cine y como tantos fue a Francia a ver ‘El último tango en París’. Y cuando llegó la escabrosa escena de la mantequill­a, gritó Picoco: «¡Por favor, que alguien me traduzca!». Yo digo lo mismo que Picoco, pero con el CNI, y Marruecos y Rusia de por medio: «¡Por favor, que alguien me espíe!». Es que, ya digo, aquí, si no te espían, no eres absolutame­nte nadie.

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