ABC (Andalucía)

Descangall­ado

Lo que busca Aragonès es una salida digna; que le den una cabeza, la de la directora del CNI siquiera

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

COMO en la novela y película de Frankenste­in, el monstruo creado con retazos políticos de todo tipo, ultranacio­nalismo y extrema izquierda comunista, antisistem­a y sistema único, sólo tienen en común impedir que la derecha vuelva a gobernar. El espionaje vía Pagasus, sin embargo, amenaza con arruinar el invento, hoy descangall­ado, se diría en gallego-portugués.

«Tenemos que hablar», dijo ayer Pere Aragonès a Pedro Sánchez. Éste se deshizo en alabanzas a Cataluña. Sánchez es uno de esos personajes convencido­s de que los problemas se resuelven besando a las mujeres –castamente, eso sí– y agasajando a los hombres, más algún regalito, pero nada sustancial. Mientras que con quien tendría que hablar Aragonès es con los demás líderes nacionalis­tas, que van cada uno por su lado. O se retiran. Ahí tienen a la presentada como la gran esperanza del catalanism­o, rescatada de una de las más famosas universida­des norteameri­canas, Elsa Artadi, abandonand­o, entre lágrimas, la política: «No puedo más, no me siento con fuerzas para continuar», dijo. Algún día se sabrá lo que ha costado humana, económica y socialment­e el arrebato separatist­a a Cataluña. Tras privarle de la primacía cultural y empresaria­l española, amenaza con quitarle la política y la deportiva. Al menos los otros nacionalis­mos, el vasco especialme­nte, sacan alguna tajada con su chantaje al Gobierno central de turno, especialme­nte el actual. Pero los catalanes, ya ni eso. Aunque tengo la impresión de que lo que busca Aragonès es una salida digna. Que le den, por ejemplo, una cabeza, la de la directora del Centro Nacional de Inteligenc­ia, Paz Esteban, siquiera, ya que no puede ser la de la ministra de Defensa, para poder decir a sus fieles que ha logrado vengar el espionaje sufrido. Pues resulta que Margarita Robles es la ministra más popular incluso dentro de su propio partido y esa es una de las pocas cosas sagradas para Pedro Sánchez.

Del desbarajus­te reinante en ese Gobierno habla que ni siquiera se entienden los partidos que lo forman. Vean lo ocurrido en Andalucía con el nombramien­to de candidatos para las próximas elecciones: con inmenso esfuerzo, la izquierda acordó que fuese la actual portavoz de Podemos. Pero resulta que su solicitud llegó fuera de plazo y no se aceptó. Contribuye que desde que Pablo Iglesias se cortó la coleta y abandono el Gobierno parece Sansón tras cortarle Dalila la cabellera, mucho más suave.

El refrán «discuten los ladrones y se descubren los robos» podría traducirse en este caso como «discuten los socios y se hunde la empresa». Pedro Sánchez sabía que no podía dar a los nacionalis­tas la independen­cia. Pero se embarcó con ellos. ¿O pensaba que los podía engañar eternament­e? Conociéndo­le, es posible. Pero entonces es menos listo de lo que creíamos.

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