ABC (Andalucía)

Vender restos de misiles rusos para sobrevivir

De Kramatorsk hacia el este, todo está bajo control ruso en el Donbass. Deprimida por años de conflicto, la ciudad resiste un hostigamie­nto brutal defendida por el Ejército ucraniano

- LAURA L. CARO

«La gente aquí es tan pobre que se han llevado los restos del misil ruso en una bolsa para venderlos», comentan a pie del cráter que ha producido la explosión. Es difícil aventurar qué clase de objetivo militar perseguían el Ejército de Moscú al disparar el viernes un cohete imponente en este terruño perdido de las afueras de Kramatorsk, cuatro casas humildes con el tejado de uralita a dos lados de un camino que ahora están hechas astillas y, eso sí, tienen en medio ese hoyo gigante que se ha convertido en atracción local para los contados vecinos que quedan por la zona. De ahí que no haya habido muertos, no hay prácticame­nte nadie aparte de periodista­s. Ataca el enemigo con asiduidad en esta urbe. Van tres días seguidos. El frente de combate está muy cerca y las sirenas antiaéreas no descansan, así es que si lo que pretendían los agresores es amedrentar a la población, lo están consiguien­do. Apenas hay vida humana en esta ciudad maltratada por la guerra en la que el 8 de abril un proyectil Tochka-U liquidó a 57 personas y dejó un centenar de heridos entre los miles que esperaban para huir en los alrededore­s de la estación de ferrocarri­l. Es la mayor masacre registrada en este conflicto por efecto de un único ataque. Ayer, la estación seguía cerrada, ni un alma, un puñado de peluches en una barandilla recordando a los niños y en la fachada una camilla olvidada con manchas de sangre. Lógico que después de aquello los civiles corrieran a refugiarse a otras latitudes. El avance ruso sobre este enclave es sólo cuestión de tiempo, conquistar Kramatorsk forma parte de los planes de Moscú para adueñarse de todo el Donbass, de lo que no han arrebatado desde 2014, y antes de que se echen encima y perpetren una carnicería como en Bucha, como en Mariúpol, aquí la mayoría ha decidido huir. Se cree que los de Vladímir Putin están intentando rodear la población antes de lanzarse a por ella. Se mire por donde se mire, tras las ventanas cruzadas con adhesivos por si revientan los cristales, solo se ven cortinas echadas. Otras, simplement­e, se han cegado con tablones de aglomerado. El silencio es perturbado­r.

Una trinchera infinita

De la periferia de Kramatotsk hacia el este, ya es dominio ruso. Lo que se trata es de seguir conservand­o la ciudad e impedir cualquier progreso del enemigo hacia el oeste. Una excavadora abría ayer una trinchera infinita en perpendicu­lar a una de las carreteras principale­s que discurre por este tramo. Como si fueran cortafuego­s, las hay por todas partes, listas para plantar cara a los rusos si finalmente consiguier­an alcanzar estos confines de la región controlada por los separatist­as de Donetsk, que limita con la de Izium, capital Járkov, suelo ucraniano libre de donde los invasores ya fueron expulsados. En superficie, las barricadas llamadas a frenar los carros del Kremlin obligan a zigzaguear diez, veinte veces seguidas para sortearlas sobre la calzada.

Los únicos que creen que algo así no va a pasar, que Kramatorsk será invencible, son algunos de los que resisten en ella como Nikolai, de 39 años y empleado en la planta de construcci­ón de maquinaria pesada NKMZ en la misma localidad. «Estamos seguros de que los rusos no llegarán aquí, los nuestros no se lo permitirán, confío en eso y no tengo ningún miedo. A mi entender, no podrán acercarse ni un solo kilómetro más», explica, más por convencer que por estar convencido. Su queja es otra, que no le pagan. Y cuando lo hacen, es muy poco. «El último salario fue de 2.000 grivnas, dime por favor cómo se puede vivir con ese dinero». No llega a los 64 euros, aunque la esposa tiene «un pequeño negocio, vendemos comida», comenta, y la verdad es que no hay clientes. Es lo que tiene una ciudad fantasma. Aclara que tendría dinero para vivir «durante un poco» en el extranjero, pero que nadie le espera en otro país para echarle una mano… Es una constante en cada esquina de este infierno bélico: aguantan en el sitio las personas mayores –se criaron en la URSS, no les llegan las fuerzas o las ganas, para éxodos– y los que no tienen cómo.

La ofensiva se redobla en el Donbass a medida que se acerca la fecha del 9 de mayo, día en que Moscú celebra su triunfo sobre la Alemania nazi en la II Guerra Mundial y que se cree que el Kremlin va a conmemorar en los territorio­s ocupados de Ucrania con desfiles. Sucesivas fuentes rusas han afirmado y luego desmentido que, en particular, uno de ellos pueda desarrolla­rse en Mariúpol, donde ayer se permitió la evacuación final de los civiles encerrados al menos desde el 21 de abril en la acería de Azovstal. Existe la posibilida­d de que, a continuaci­ón, la fuerza enemiga vuelva a exigir la rendición de los últimos militares que resisten allí –en buena parte combatient­es del regimiento Azov, de corte ultraderec­hista y extremadam­ente odiado por Putin– y, ante una negativa, procedan a un asalto que permita dar por conquistad­a la ciudad costera coincidien­do con el día de la Victoria.

La incertidum­bre ante lo que Moscú prepara para mañana se ha traducido en el establecim­iento de rigurosos toques de queda en prácticame­nte todo el territorio de Ucrania.

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//EFE Trabajador­es municipale­s limpian una zona dañada tras un ataque aéreo ruso en Kramatorsk
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// L.L.C. Una camilla con restos de sangre
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