ABC (Andalucía)

Madrid de mi nostalgia

He pillado billete para la final de París, el día 28, que cae ahí casi en medio de mi infancia. Iré como un novio de la circunstan­cia

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Amenudo, por vencer el desvelo, recurro a darme un paseo por mi infancia, y así pillar al fin el sueño desde una orilla plácida. La infancia siempre tuvo mucho futuro, para bien, o para mal. Y ahí, en medio de mi infancia, está el fútbol, o sea, está el recreo, o sea, está el Real Madrid. Para mí, ya, existe la Liga ganada, la Champions en curso, y luego la liga de cromos de mi infancia, que baraja la felicidad. Tuve cromos de Zoco, de Velázquez, de Pirri. Hablo de los años setenta, y doy deprisa la cifra, para no matarme de melancolía­s. Tuve cromo de García Remón, y de Santillana. y de Netzer y Breitner, dos alemanes de contraria lámina, tan extranjero­s de Concha Espina. Todos son foto de mi propia familia, ya escasísima. Hablo de cuando yo era feliz, de cuando tantos éramos felices, porque la vida era un sol de recreo, y un ocaso de merienda, y prepararse una camiseta con el dorsal de cualquiera de aquellos futbolista­s, entre dioses de la EGB, y ángeles insignes. A falta de fichajes de trueno, según el rato, se nos han ido muriendo los clásicos, que es un modo de fichar al revés. La eternidad nos los devuelve a la alineación, al partido, a la remontada, y al domingo, que ya no suele caer en domingo. Es, ya digo, una liga paralela a la liga propiament­e dicha. Otra Champions de la Champions. Velázquez fue el 10, un dorsal grandioso que era el dorsal que preferíamo­s los chicos salvajes del fútbol de afición incurable. El 10, y el 4 de Pirri. Cuando murió Velázquez se me apagó uno de los cromos principale­s de mi niñez de escuela de provincias, y su ausencia es un poco o un mucho el diagnóstic­o de la lejanía de mi propia infancia, que cada vez parece más cerca, pero vive más lejos. Estuvo él, con otros, en los recreos mayores de mi vida, que han sido los recreos de la infancia. Tan cerca, sí. Tan lejos. He pillado billete para la final de París, el día 28, que cae ahí casi en medio de mi infancia. Iré como un novio de la circunstan­cia.

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