Vaya con los del MIR
Contemplar que dermatólogos y cirujanos plásticos acaparan las especialidades del MIR, así como que médicos de familia y pediatras asumen lo último, lo que les queda, dice mucho de los tiempos que nos toca vivir. Ello, suponiendo que la atención primaria sea el alma y la esencia de la dispensa sanitaria pública. Saber que nuestros médicos persiguen lo que genera ingresos económicos sustanciosos en la atención privada, conocer que huyen del contacto con el paciente convencional; descubrir cómo escapan de los pequeños núcleos urbanos, a mí cuando menos me da mucha pena. Entiendo perfectamente lo que hay, pero también asumo que nuestras autoridades públicas albergarán del mismo modo iniciativas estructurales en la carrera profesional conducentes a subsanar lo que es a todas luces una disfunción grave en el entramado administrativo público, y no ya solo a la hora de proveer de servicio y cubrir las vacantes necesarias. Sin entrar en el ámbito moral, que cada cual y cada sociedad es libre de asumir a su manera, lo que no es de recibo es que el Estado, o sea todos, abonemos una suma de dinero bárbara para formar a especialistas que nos duran un cuarto de hora. Su interés es legítimo, pero también tremendamente egoísta; pero sobre todo es un fraude, si no de ley, sí, cuando menos, moral. Son el Estado y las autonomías, no obstante, las únicas administraciones responsables de este trastorno en el servicio público al ciudadano. Que los ‘paladines’ académicos inicien su carrera profesional pensando en forrarse es muy triste desde distintos ángulos en esta tierna etapa de la vida. Pero que eso redunde, además, en un trastorno multipolar en la atención sanitaria pública es un quebranto social que es obligado subsanar. ENRIQUE LÓPEZ VITORIA