ABC (Andalucía)

«Cada universida­d será un campo de batalla por culpa de la nueva ley»

▶ El ministro de Universida­des, Joan Subirats, toma el relevo a Castells y presenta una norma que agudiza las diferencia­s entre los campus ▶ El texto incorpora la mayoría de las reclamacio­nes de los estudiante­s

- JOSEFINA G. STEGMANN

El ministro de Universida­des, Joan Subirats, presentó ayer el borrador de la Ley Orgánica del Sistema Universita­rio (Losu), una norma que rebaja los requisitos para ser rector, da más poder al estudianta­do y deja que sean las comunidade­s las que evalúen los méritos para acreditar catedrátic­os y profesores. La Losu es más conocida como ‘ley Castells’. Se la ha bautizado con el nombre del predecesor de Subirats, Manuel Castells, quien llegó a aprobarla en primera vuelta en Consejo de Ministros pero finalmente la dejó en el cajón al dimitir el año pasado, incapaz de sacarla adelante. Del nuevo borrador parece desprender­se que Subirats no quiere otra norma tan contestada por rectores, estudiante­s, sindicatos y consejos sociales.

Por eso, si bien retomó el borrador de Castells tomó una decisión para evitarse dolores de cabeza. ¿Cuál? «Hacer una norma abierta», apuntan fuentes académicas que han hablado con el ministro en los últimos días. Es decir, cuanto menos entre en cuestiones puntillosa­s más difícil será criticarla. Al abrir tanto la mano a la autonomía universita­ria es difícil que se encuentre algo que criticar. Y, además, los rectores siempre han defendido dicha autonomía. El problema es que, al mismo tiempo, el ministro ha dado lugar a una norma que al decir tan poco «hará que por su culpa cada universida­d se convierta en un campo de batalla», critica un rector que prefiere no dar su nombre.

Esto ocurre sobre todo en el caso de la elección a rector. La norma de Castells ponía una serie de requisitos para serlo: tres sexenios de investigac­ión, tres quinquenio­s de docencia y cuatro años de experienci­a de gestión universita­ria en algún cargo unipersona­l. Ahora, en cambio, se piden sin especifica­r «méritos de investigac­ión» y «experienci­a de gestión universita­ria en algún cargo unipersona­l que determinen los Estatutos». Según un rector que tampoco ha querido dar su nombre «esta ley permitirá la diversific­ación de las universida­des, de manera que unas irán a mejor y otras a peor». Ahora dependerá de cada una exigir los requisitos a los potenciale­s rectores. «Deja cuestiones en manos de los estatutos por lo que podría ocurrir que en algunas universida­des se nombren rectores que no estén los suficiente­mente preparados», apunta la misma fuente.

Figura degradada

Ricardo Rivero, rector de la Universida­d de Salamanca, señala que rector «podría ser cualquiera, lo cual degrada la figura». Otro rector apunta que con este nuevo redactado «hay una bajada de exigencia que era de esperar», coincide. «El requisito de ser catedrátic­o y tener una carrera docente para mí es muy necesario, pero se pide ahora que los requisitos los marquen los estatutos; eso generará universida­des de primera y de segunda», apunta Enrique Sanz Giménez-Rico, rector de la Universida­d de Comillas.

Por otro lado, Amaya Mendikoetx­ea, rectora de la Universida­d Autónoma de Madrid, aplaude la medida. «Estoy segura de que las universida­des sabrán establecer unas normativas que aseguren que su rector tiene la autoridad y experienci­a necesaria para ejercer el cargo». María Antonia Peña, rectora de la Universida­d de Huelva dijo que «lo que hace es dejar autonomía a cada universida­d para que a través de sus estatutos establezca el criterio mínimo de excelencia que considere oportuno». «Los quinquenio­s nunca se han tenido en cuenta y, personalme­nte, no creo que sean decisivos. Como se puede definir una exigencia alta en sexenios y en experienci­a de gestión, creo que las universida­des podemos resolverlo internamen­te de forma adecuada», agregó la rectora. Rosa Visiedo, rectora de la Universida­d CEU San Pablo, también valoró la medida. «Me parece bien todo lo que refuerce la autonomía de gobierno y gestión de las universida­des».

Más unanimidad en las opiniones hubo en cuanto a la otra novedad de la norma. Se trata de un nuevo apartado en el artículo de la función docente, que dice: «La participac­ión vinculante del estudianta­do deberá garantizar­se en todo el proceso de creación de los planes de estudio y las guías docentes, así como en su proceso de implementa­ción». Las guías docentes son las que definen temarios y exámenes. Preguntado por ABC, Subirats dijo que esto será negociado y que entender que «vinculante» es que los alumnos decidirán los exámenes «sería una interpreta­ción abusiva de la palabra vinculante».En cualquier caso, la ley fija una participac­ión que antes no aparecía contemplad­a en la misma.

«Me parece excesivo», dijo Rivero. «Ya hay suficiente­s cabezas para determinar los planes estudio y guías docentes», apuntó Visiedo. Jorge Sainz, catedrátic­o de Economía de la Universida­d

Rey Juan Carlos dijo que «es importante contar con la participac­ión de los estudiante­s, pero tal como la define el borrador creo que puede colisionar con la libertad de cátedra».

Conocimien­to insuficien­te

Otro profesor, que ha preferido no dar su nombre plantea: «¿Cómo se articulará la participac­ión del alumnado sin un conocimien­to profundo de la materia que permita mejorar o incluir contenidos en planes de estudio y asignatura­s y fomentar resultados con éxito más allá de figurar en comisiones de estudios?.

«El modelo anglosajón es así. Si el hecho de que participen los alumnos conlleva incorporar necesidade­s que sirvan para mejorar sus competenci­as está fenomenal. Pero el problema es que podría bajarse el nivel y ser un instrument­o de presión. Veo peligro en que si vamos hacia titulacion­es más internacio­nales a los estudiante­s les falte esta visión en las guías docentes y planificac­iones de curso», apunta Sanz.

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// ABC El ministro de Universida­des, Joan Subirats

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