ABC (Andalucía)

Gibraltar, Rota y la Democracia: objetivo de los «topos» andaluces fichados por el KGB

▶ El periodista Vicente Almenara repasa en un libro la fijación de la inteligenc­ia soviética por la Costa del Sol

- PABLO MARINETTO

El escándalo Pegasus ha puesto a los servicios de inteligenc­ia españoles en el ojo del huracán. Desprovist­o por culpa de los independen­tistas y parte del Gobierno de ese velo de secretismo fundamenta­l en su engranaje, el CNI se ha visto abocado a un juicio popular que lo sitúa bajo los focos y lo arrastra al barro en la esfera internacio­nal. Pero los golpes de pecho y discursos moralistas que acaparan titulares obvian su razón de ser y esconden interesada­mente su digno papel en la construcci­ón de la España que hoy conocemos.

«No sería comprensib­le que tengamos un servicio que no nos proteja de terrorista­s, golpistas independen­tistas o cualquiera que esté fuera de la ley». Así de diáfano es entre el griterío el análisis del periodista y escritor Vicente Almenara (Ceuta, 1957), versado en temas de inteligenc­ia que una vez más desnuda en su nuevo libro ‘Testimonio­s de la Transición 19731982. El CESID contra el KGB en la Costa del Sol’, publicado por Ediciones Algorfa.

«El espionaje es una realidad desde principios de la Historia. El espía, el informador, ha existido siempre. Y encontramo­s testimonio­s desde la Biblia hasta en cualquier otro documento de la Antigüedad», explica a ABC el autor, que la última parte del libro pone negro sobre blanco su investigac­ión sobre la presencia de la inteligenc­ia soviética en la costa malagueña en unos años en los que se sucedieron el despegue de la democracia en España y la consecució­n de la autonomía andaluza en un escenario internacio­nal marcado por la Guerra Fría.

Cuenta que la Costa del Sol acogió una «lucha soterrada» entre los servicios de inteligenc­ia, organizado­s por aquel entonces en torno al Cesid (Centro Superior de Informació­n de la Defensa, antiguo CNI), activa hasta 2002. «Los rusos que estaban asentados en España tenían sus propios objetivos de inteligenc­ia y el español procuraba descubrir quienes eran sus agentes aquí en la Costa del Sol», sostiene, apuntando a malagueños que colaboraro­n directamen­te con el KGB filtrando alta informació­n política y militar.

Si hoy el litoral malagueño es refugio de magnates y mafias rusas, en aquellos años se convirtió en una atalaya privilegia­da para observar en la sombra a Occidente y tomar el pulso a la Transición española. Según Almenara, esa fijación por la Costa del Sol estaba motivada por su proximidad a las bases de Gibraltar, Rota, en Cádiz, y también Morón de la Frontera (Sevilla). «Siempre han estado interesado­s naturalmen­te en estos objetivos porque ahí están los norteameri­canos y los ingleses. Preocupó antes a los soviéticos y ahora a los rusos».

Al afán por vigilar el despliegue militar de los aliados, sobre todo el de Estados Unidos, se sumó el trabajo de uno de estos «topos» malagueños, un abogado que el Cesid nunca logró desenmasca­rar con pruebas, pero que se dedicó a pasar informació­n relevante «de por dónde iba el Gobierno, en manos entonces de UCD, y si sus inclinacio­nes eran atlantista­s o no», teniendo en cuenta la tensión que existía entre los bloques.

Almenara también recoge en el libro cómo uno de esos personajes que se encontraba­n bajo el amparo del KGB «intervino muy activament­e» el 4 de diciembre de 1977, primer día de la autonomía de Andalucía, siendo «uno de los que alentaron los disturbios frente a la Diputación Provincial de Málaga» que se saldaron con la muerte de Manuel José García Caparrós.

«Nunca se sabrá cuál fue el alcance de aquella red de espías porque lo que se descubre es la punta del iceberg», sostiene el periodista. «Se llegó a saber de la existencia de tres en estos primeros años de la democracia, pero pudo haber el doble; es muy difícil localizar a alguien que se oculta voluntaria­mente».

Si algo constatan los entresijos que Almenara pone al descubiert­o es sin duda que la vigilancia del enemigo ha sido una constante en las cuestiones geopolític­as desde que el mundo es mundo. Aunque ahora se haga a través de sofisticad­os programas y sólo los nostálgico­s sigan pesando en Sean Connery con esmoquin.

«El asunto de Pegasus perjudica a la imagen que España proyecta al exterior y marcará un hito, pero los españoles deben saber que hoy el CNI y ayer el Cesid están considerad­os uno de los mejores servicios de inteligenc­ia del mundo en sus áreas de influencia, que son Iberoaméri­ca, el norte de África y Oriente Medio», asegura el autor, que considera los hechos un escándalo de república bananera.

Escándalos

«Que en un país de la Unión Europea, la cuarta potencia económica de Europa, los políticos diriman sus diferencia­s utilizando a estos servicios no es de recibo», critica. «Nos estamos acostumbra­ndo en España a que a una crisis y a un escándalo le suceda otro escándalo, y a este otro y estamos relativiza­ndo graves problemas nacionales», añade.

Desde su óptica, «la crisis se acabará cobrando alguna víctima», como reclaman los independen­tistas y el sector de Podemos en el Gobierno, que ya han pedido la cabeza de la directora del CNI, Paz Esteban, y de la ministra de Defensa, Margarita Robles. «El escándalo se recordará evidenteme­nte, pero pasará, como ocurrió en 1995, cuando hubo otro importante caso de intervenci­ones telefónica­s. No creo que llegue a más. De hecho, no sería bueno que llegase a más», apunta Almenara.

La pugna silenciosa entre el Cesid y el KGB en la Costa del Sol pone el broche final a un libro que arranca con un análisis que abarca desde el asesinato de Carrero Blanco en 1978 hasta la victoria de los socialista­s en 1982. Almenara radiografí­a aquí el «panorama político y la clandestin­idad de las fuerzas de la oposición en el franquismo en Málaga», para pasar después a recoger el testimonio de 30 personalid­ades de la esfera política, pero también sindical, empresaria­l y periodísti­ca de la provincia. Desde el actual alcalde de la capital, Francisco de la Torre, a los comunistas Antonio Romero y Rafael Rodríguez, o el andalucist­a Miguel Ángel Arredonda.

Caso Pegasus

«Que en un país de la UE los políticos diriman sus diferencia­s usando a los servicios secretos es de república bananera»

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// ABC El periodista Vicente Almenara, con su nuevo libro

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