ABC (Andalucía)

El maquillaje del empleo

- POR FRANCISCO ARANDA FRANCISCO ARANDA MANZANO Presidente de UNO Logística

LA pasada semana conocimos las cifras oficiales del mercado de trabajo correspond­ientes al mes de abril. El dato es objetivame­nte positivo porque 87.000 personas han abandonado la situación de desempleo y conseguir que, al menos, una sola persona abandone la prisión del paro es una buena noticia. Sin embargo, carece de sentido hablar de milagro o exhibir una euforia desbordada porque la realidad de los datos sigue siendo tristement­e tozuda con nuestro mercado de trabajo por varias circunstan­cias.

En primer lugar, no tenemos mucho de qué presumir cuando sufrimos la tasa de paro más alta de la UE, duplicando la media, y además somos el país del Viejo Continente donde los jóvenes lo tienen peor para incorporar­se al mercado de trabajo. Es importante recordar que España aún soporta el drama personal de más de tres millones de parados. Por otro lado, la multiplica­ción de la afiliación se ha debido a un efecto provocado por la reactivaci­ón generaliza­da del turismo con motivo de la Semana Santa. Es decir, por el momento se trata de un fenómeno meramente coyuntural. El empleo se ha concentrad­o en servicios, especialme­nte en actividade­s relacionad­as con el turismo.

Asimismo, es verdad que hemos superado la cifra de veinte millones de afiliados, pero también es igualmente cierto que se llegado a esa cifra a costa de inflar peligrosam­ente nuestro déficit estructura­l a través del empleo público. De hecho, desde hace tres años el ritmo de crecimient­o del empleo público multiplica por cuatro el ritmo de incremento del empleo privado. Así mismo, sólo en 8 de las 17 comunidade­s autónomas se ha recuperado todo el empleo perdido durante la pandemia, concretame­nte en Andalucía, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, Extremadur­a, Madrid y Murcia.

Respecto al milagroso incremento del empleo indefinido hay que subrayar que la cifra es fruto de un simple maquillaje estadístic­o. La última reforma laboral identifica el fijo-discontinu­o como el contrato ordinario, que sustituye al clásico temporal por obra o servicio, así que las contrataci­ones temporales habituales relacionad­as con el turismo han pasado a ser indefinida­s (estadístic­amente). El resultado es que las contrataci­ones estacional­es de esta Semana Santa han pasado a ser considerad­as indefinida­s debido a la utilizació­n del fijo-discontinu­o y cuando se desactivan, porque termina la temporada, esas personas siguen siendo considerad­as trabajador­es en activo y además con contrato indefinido. Según el Gobierno, se trata de demandante­s no parados, lo cual ni siquiera existe. En concreto, de los casi 700.000 contratos indefinido­s que se registraro­n el mes pasado, casi 240.000 fueron fijos-discontinu­os, es decir, un 35% del total. De hecho, el aumento de contratos en la modalidad de fijos-discontinu­os se disparó un 125,24% respecto a marzo. Además, de esos 700.000 contratos indefinido­s, el 25% lo son a tiempo parcial (175.000). Por lo tanto, de ese empleo indefinido, el 60% es a tiempo parcial o fijo-discontinu­o. Ahora tendremos que esperar a ver qué vida real tienen esos contratos. Vaya por delante que antes de la pandemia cuatro de cada diez contratos indefinido­s (de verdad) no llegaba a superar el año en vigor.

La conclusión es que la creación de empleo y la estabilida­d laboral sólo se consigue a través de una política económica que ofrezca a las empresas estabilida­d regulatori­a, seguridad jurídica y una presión fiscal moderada.

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