Piña tropical

No me incomodan los tatuajes pero me intriga el dibujo que eligen para entintarse de por vida

CAMINABA lentorro desde esa pereza que a veces te asaeta a media mañana. Cuatro chicas yacían alegres en una terraza pimplando sus brebajes. Gastaban manga corta. Me fijé en el brazo de una de ellas. Lucía un tatuaje que representaba una piña tropical que me fascinó por la cantidad de detalles. Veías a la perfección la corona, las escamas, en fin. Me habría encantado acercarme para preguntarle por el motivo de su tatuaje frutícola, pero como no pretendía parecer un señor mayor algo rijoso, seguí mi rumbo mientras la duda rebotaba contra las paredes de mi cráneo. ¿Y por qué se habrá tatuado una piña tropical? Descarté el homenaje a Carmen Miranda porque no tenía pinta, aquella joven, de ser fan de la Miranda, aunque nunca se sabe.

No me incomodan los tatuajes y allá cada cual con la decoración de su morada o de su cuerpo. Sin embargo me intriga el dibujo que el personal elige para entintarse de por vida. Puedo entender el homenaje a un ser querido que falleció, el verso de tu poeta favorito o, qué sé yo, la bandera de tu país. Pero algunas estampas escapan a mi comprensión. Por ejemplo, nunca te tatúes brioso a la actual novia, luego rompes con ella y para ocultar su faz te ves obligado a tatuarte encima una enorme pantera negra. A un amigo le pasó, sé de lo que hablo. Naturalmente, ahora le llamamos ‘el pantera’. No es muy original, pero ustedes ya me entienden. Y tampoco comprendo cuando alguien, pongamos el difunto Maradona, se tatúa el careto del Che. Hombre, si al menos te tatúas a Elvis, pues entonces sí, ¿pero el Che? Ni de coña. En cualquier caso, prefiero el peor tatuaje de un concursante choniesco de telerrealidad a la chaladura de una perfomance pedantuela con ballet tipo zoom aliñado de pretensiones artísticas. Observo los trabajos de Mister Cartoon, el tatuador y grafitero que vindica el rollo chicano en los USA, y me emocionan más que buena parte del arte moderno de hoy. Pero claro, lo de la piña me tiene intrigado. Tenía que habérselo preguntado. Ahora me arrepiento.