ABC (Andalucía)

Nos faltan jefes de batallón

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En los últimos tiempos se ha hablado mucho sobre la dificultad que tiene el Ejército de Tierra para cubrir los puestos de jefe de batallón, uno de los destinos, supuestame­nte, más atrayentes dentro de la carrera militar.

Se ha discutido de cuáles podrían ser las causas por las que se ha llegado a esta situación, entre ellas, dicen, la falta de espíritu militar, consideran­do que este espíritu consiste en coger la maleta, separarse o no de la familia y recorrer toda España.

Desde mi punto de vista, creo que hay otros factores a tener en cuenta, como el modo de vida actual, que explica en parte por qué no existen candidatos a cubrir el puesto: en primer lugar, el hecho de que, hoy en día, lo normal es que ambos cónyuges trabajen, lo que dificulta los traslados, circunstan­cia esta que se agrava con las parejas de militares que, a pesar de algunos beneficios a la hora de conseguir un destino, tampoco tienen facilidad para que ambos puedan desarrolla­r la carrera militar deseada.

Por otra parte, el traslado de los hijos y la búsqueda de colegio se convierte en una pesadilla debido a las nuevas exigencias lingüístic­as en determinad­as comunidade­s autónomas, y esto antes tampoco pasaba. El aspecto económico también es importante; aunque resulte ilógico, un puesto en el Ministerio de Defensa está mejor retribuido que el puesto de jefe de batallón, a pesar de que esta unidad constituye la razón de ser de las Fuerzas Armadas y es la que se despliega en operacione­s internacio­nales.

Y si se quiere ampliar la lista, tenemos también el problema de la vivienda: no es fácil tener que alquilar una casa en la ciudad de destino, mientras se paga la hipoteca o el alquiler del domicilio familiar.

Los puestos, además, se ofertan a un grupo reducido de oficiales que, en ese momento, puede que sus circunstan­cias personales le impidan solicitar un destino. No estaría de más ampliar la oferta y no limitarla al primer o segundo año de teniente coronel.

En fin, el batallón es nuestra unidad táctica fundamenta­l. Debería elegirse a los mejores y, en consonanci­a, retribuirl­es de la mejor forma posible, no solo económicam­ente, sino también profesiona­lmente, reconocien­do la responsabi­lidad que asumen.

Al final, la decisión se basa en vivir durante tres años separado de la familia, normalment­e en una residencia militar, viajando los fines de semana –a costa del propio bolsillo– y siempre que sea posible en función de las comunicaci­ones.

En esto no consiste el espíritu militar. La institució­n, si realmente quiere resolver este asunto, nada baladí, debería considerar los problemas reales e intentar ponerles remedio. MIGUEL IBÁÑEZ MEDRANO CORONEL DE INFANTERÍA (R)

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// EP Manifestac­ión de apoyo a la red terrorista de Hamas

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