Broma macabra
En su guerra contra la verdad, Rusia se topa con el periodismo
Para mi desgracia, en mis años como corresponsal y editor me he visto obligado a tratar no pocas veces con esa macabra broma que se hace llamar «diplomacia rusa». Aun así no me deja de sorprender la capacidad que tiene esta de ir creciendo en cinismo, algo que se me antoja que hace en paralelo a la deriva dictatorial de su líder supremo, Putin.
Con respecto al caso de la entrevista que este diario intentó hacer a la portavoz de esa ‘diplomacia’, Zajarova, soy consciente de que es polémico dar voz a dictadores y sus portavoces. Pero estoy convencido de que escucharles es necesario para entender cómo someten a su pueblo y manipulan a sus aliados. Por ese motivo yo mismo viajé en 2016 a Damasco a entrevistar a Bashar al Assad y por eso creo que ABC obró bien al acercarse a los portavoces rusos y pedirles su versión de lo que les lleva a destruir Ucrania.
A partir de ahí, no hay reglas en el negociado de las entrevistas. Se puede pactar todo, y los editores muchas veces deben hacer malabarismos. Cuando yo trabajé hace ya algunos años en ‘El País’, aquel diario publicó al menos dos cuestionarios por escrito a Barack Obama, entre muchos otros del mismo formato. Hay entrevistados que piden preguntas por adelantado, como me sucedió con el dictador egipcio Abdelfatá al Sisi en 2015. No se las envié, y por eso fue a otro periodista en ‘El Mundo’. En otros casos, como el de Al Assad, las he enviado, para luego llevar la entrevista por donde me ha parecido. Lo que sí es una norma universal es que con todo —crónicas, tribunas, entrevistas— un diario y sus editores tienen el derecho y la obligación de decidir si se publica o no. Si reciben una parrafada, en persona o por escrito, y como sucedió en el caso ruso, imagino que repleta de necedades, mentiras e insultos a la inteligencia, bien pueden enviar más preguntas, pedir que las preguntas se hagan de forma presencial o rechazarla del todo. Sucede habitualmente.
De todos modos, creo que a ABC le honra sobremanera que le critique de forma tan airada una dictadura que le ha declarado también la guerra al periodismo, que ha prohibido palabras como «invasión» y, lo más importante, bajo la cual han muerto 22 reporteros y otros dos han desaparecido, con total impunidad.