El central que nació en la calle
►El gueto de Berlín que marcó el juego y la vida del futuro jugador del Madrid
Rápido, fuerte y con mucha personalidad sobre la cancha. Así es , Antonio Rüdiger (Berlín, 29 años), central campeón de la Champions League hace justo un año, cuyo contrato con el Chelsea vence el 30 de junio y se ha negado reiteradamente a renovar, y al que aguarda el Real Madrid quien firme al internacional teutón. Un torbellino alemán, internacional, para reforzar la zaga blanca que, como él mismo ha explicado, debe su carácter a una dura infancia en el gueto de Neukölln.
Hijo de inmigrantes procedentes de Sierra Leona, donde es un ídolo, Rüdiger vivió desde muy pequeño rodeado por la extrema pobreza y la tensión social. Neukölln, al sur de la capital alemana, es uno de esos guetos que tanto abundan en las grandes ciudades europeas, repleto de extranjeros y con una alta tasa de delincuencia. Un lugar donde, además, grupos políticos extremistas tienden a ejecutar sus delitos. Los incendios y las reyertas eran escenas de lo más comunes en la infancia del futbolista, que pese a haber nacido y sentirse alemán, no pudo escapar a algunos de los prejuicios contra los inmigrantes. Incluso un día, como él mismo ha narrado en alguna ocasión, cuando se disponía a ayudar a un hombre mayor con unas maletas, este se asustó porque pensó que el pequeño Rüdiger iba a robarle en plena calle. «Nací aquí, pero nunca seré alemán para algunos alemanes», escribió Rüdiguer en una columna del medio ‘The Payers Tribune’.
Heridas que, como en tantos otros casos, encontraron cura sobre un terreno de juego. El zaguero, que de pequeño se hacía sus propias camisetas de fútbol ante la imposibilidad de comprárselas (bordaba a mano los nombres de sus futbolistas favoritos, como el del delantero liberiano George Weah), comenzó su carrera en el equipo juvenil de su barrio, el Sperber, para luego militar en dos de los clubes más emblemáticos del Berlín occidental, el Tasmania 1900 y el
Hertha. Jugaba de delantero por su físico y porque su ídolo era Ronaldo, aunque según fueron pasando los años, acabó encorsetado en la zona defensiva. En 2008, con 15 años, abandonó su ciudad natal para enrolarse en una de las academias más emblemáticas del país, la del Borussia de Dortmund. Tras dos años con los de Westfalia, fue el Stuttgart su puente hacia el fútbol profesional. En enero de 2012, debuta en la Bundesliga.
Insultos racistas
Su buen hacer en Alemania le llevó a Italia , donde fichó por el AS Roma. En ‘la ciudad eterna’ jugó a un gran nivel aunque, de nuevo, volvió a ver la cara más hostil de la sociedad. Durante un derbi contra la Lazio en 2017, la hinchada rival comenzó a dedicarle insultos racistas: «Me estaban llamando negro, que fuese a comer un plátano y hacían ruidos de mono. No fue el primer abuso racista que experimenté, pero ha sido el peor», aclaraba el jugador ya desde Londres. Fue el odio ajeno el que moldeó a un futbolista único, alejado del clásico perfil de central que prima la seguridad ante el riesgo. Rüdiger juega con una intensidad inusual e incluso abandona sus deberes defensivos para lanzarse a por la portería rival. Cualidades que hace cinco años le llevaron al Chelsea, donde, pese a sus aptitudes, no acabó de asentarse hasta el año pasado como uno de los faros de los ingleses. Fue Tuchel quien lo enderezó. En una de sus primeras reuniones tras la llegada del técnico en enero de 2021, le preguntó al alocado Rüdiger por qué jugaba como un poseído. «Neukölln», fue su respuesta. Pero, milgrosamente y sin perder su carácter indómito, el futbolista comenzó una maduración exprés que le llevó a ser un fijo en las alineaciones del Chelsea, un muro en su área y un bidón de gasolina en lo anímico para sus compañeros. Buena prueba de ello fue su partido ante el Madrid en la vuelta de cuartos de la Champions este año, donde anotó un gol y fue un tsunami constante contra los blancos. Ahora, el torbellino se cambia de bando.