ABC (Andalucía)

De la disolución de la URSS a la invasión

- ENRIQUE SERBETO

Leonid Kravchuk (1934-2022)

Kravchuk pasó de dirigente comunista de una república soviética a presidente de una Ucrania independen­diente, con la idea de alejarse de Rusia y empezar a aproximars­e hacia Occidente

Había sido el perfecto ‘aparatchik’ de provincias en la vieja Unión Soviética hasta que la historia le puso junto a Boris Yeltsin en la sala de control en la que se decidió la desintegra­ción de la URSS y la independen­cia de las repúblicas que la componían. Él fue el primer presidente de la nueva Ucrania independie­nte a la que quiso desde el principio anclar en Europa, y acaba de fallecer en Kiev en plena guerra por la invasión rusa. Hace poco había reconocido su frustració­n por el hecho de que desde 1991 ni el país ni sus ciudadanos habían logrado construir ni institucio­nes sólidas ni una economía moderna.

Leonid Kravchuk nació en 1934 en una familia de campesinos de un pueblo llamado Zhytyn el Viejo, en la región de Volynia, que entonces formaba parte de Polonia pero que sería ocupada y anexionada por la URSS cuando él tenía 4 años. Durante toda su vida siguió el trazado del funcionari­o leal a la dictadura comunista soviética pero su llegada a la cúspide del Partido coincidió con las turbulenci­as provocadas por la propia descomposi­ción del sistema, acelerada por la política de reformas que llevó a cabo Mijail Gorbachov.

El comienzo de los años 90 es también el tiempo del renacer del nacionalis­mo ucraniano más radical, frente al que Kravchuk aparecía como la mejor opción para todos: un moderado para los conservado­res y un auténtico ucraniano para los nacionalis­tas que consideran a la Volynia como la cuna de la patria y que ya le habían escuchado hablar de independen­cia incluso cuando era miembro del PCUS.

Se puede especular sobre si fue el ruso Boris Yeltsin y su enemistad con Gorbachov el que precipitó la disolución de la URSS o si este no hizo más que aprovechar el hecho de que Kravchuk ya se había negado a apoyar la propuesta de firmar un nuevo tratado para mantener viva a la vieja superpoten­cia, lo que había bloqueado la situación política en Moscú. Lo que se puede decir con seguridad es que sin una Ucrania tensando la cuerda a Boris Yeltsin le habría costado mucho más destruir la URSS. El papel de Bielorrusi­a –igual que hoy– fue el de comparsa.

Kravchuk pasó así de dirigente comunista de una república soviética a presidente de una Ucrania independie­nte, con la idea de alejarse de Rusia y empezar a aproximars­e hacia Occidente como única manera de consolidar su soberanía. Para ello hizo no pocas concesione­s a Moscú, incluyendo la entrega de todas las armas nucleares soviéticas que habían quedado en su territorio, pero en 1994 tiene que afrontar unas elecciones anticipada­s en las que pierde frente a su primer ministro, Leonid Kuchma, que defendía posiciones prorrusas, lo que anticipaba lo que ha sido el movimiento del péndulo de la política ucraniana en los últimos treinta años y que ha desembocad­o en la invasión por parte de Rusia, un gesto que marcará sin duda la vida de Ucrania al menos durante todo este siglo.

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